Descentrada, vol. 1, nº 1, e015, marzo 2017. ISSN 2545-7284
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG)

LECTURAS CRÍTICAS / CRITICAL READINGS

 


Lectura crítica de Acevedo, Mariela (coord.) (2014). Clítoris: sextualidades en viñetas. Buenos Aires: Hotel de las Ideas. 96 páginas


Camila Roccatagliata

Instituto Superior del Profesorado "Dr. Joaquín V. González", Argentina
camirocca@gmail.com



Cita sugerida: Roccatagliata, C. (2017). [Revisión del libro Clítoris: sextualidades en viñetas por M. Acevedo (coord.)]. Descentrada, 1(1), e015. Recuperado de http://www.descentrada.fahce.unlp.edu.ar/article/view/DESe015

 



Nuestra tradición (literaria y cultural) construyó la imagen de la cautiva como el territorio donde se disputaban las fuerzas en tensión de una época: la civilización y la barbarie. Sobre el cuerpo femenino operaba la violencia de ambos bandos dejando en claro que hay cuerpos que arrebatan y otros que son arrebatados.

El libro Clítoris: sex(t)ualidades en viñetas podría leerse como una compilación y denuncia de las distintas formas de ser cautivx en el siglo XXI bajo el régimen patriarcal y capitalista imperante: en formato historieta o como artículo, cada una de los partes que componen el libro dialogan entre sí y se conectan rizomáticamente para representar y debatir las formas violentas que el mundo contemporáneo sostiene y que tienen como obvia consecuencia una distribución desigual del poder y de las posibilidades de ser, pensar(se) y vivir como sujetxs. Así lo expresa Paul B. Preciado (2010):

En el primer tomo de Homo sacer; Giorgio Agamben retoma el concepto de “vida desnuda” de Walter Benjamin para designar el estatuto biopolítico del sujeto después de Auschwitz, cuyo paradigma serían el interno del campo de concentración o el inmigrante ilegal retenido en un centro de permanencia temporal: ser reducido a existencia física, despojado de todo estatuto jurídico o de ciudadanía (Agamben, 1998). Podríamos añadir a esta noción de vida desnuda la de “vida farmacopornográfica”, pues lo propio del cuerpo despojado de todo estatuto legal o político en nuestras sociedades postindustriales es servir como fuente de producción de potentia gaudendi (…) Todos estos cuerpos funcionan ya, y de manera inagotable, como fuentes carnales y numéricas de capital eyaculante (…) Y todo ello en nuestras democracias postindustriales no tanto bajo el modelo distópico del campo de concentración o de exterminio, fácilmente denunciable como dispositivo de control, sino formando parte de un burdel-laboratorio global integrado multimedia, en el que el control de los flujos y los afectos se lleva a cabo a través de la forma pop de la excitación-frustración (Preciado, 2010, p. 46 y 47).

La vida farmacopornográfica, lxs cautivxs posmodernxs, se despliegan y diversifican en Clítoris denunciando el sexismo, la hipocresía y la violencia desde una postura autocrítica y alejada de discursos necesariamente victimizantes. La última historieta (de Borjas y Sánchez Kutika) que cierra el volumen se llama “Cautivas”. Un acierto editorial (intencional o no), porque todas las voces del libro reclaman, desde diferentes tonos y formas, dejar de ser cautivxs del orden falocéntrico.

Borjas y Kutika construyen su historieta en tres tiempos que se comunican a modo de cajas chinas: las primeras viñetas (ubicadas en 1921) son el relato de un personaje que en 1978 entrega a unas chicas detenidas desaparecidas, a modo de acompañantes, en manos de militares de alto rango para pasearlas cínicamente por sus reuniones sociales. El tercer tiempo (2012) muestra a una animadora de TV estilo Mirtha Legrand que lanza su pregunta acusadora a la entrevistada escudándose en ser la portavoz del pueblo: “¿Vos salías con “el león” Acuña (…) Bueno, no tenés que contestarme. Es mi obligación preguntarte. Es lo que dice la gente. Que salían a cenar”. La engañosa neutralidad de la pregunta esconde el argumento que sostiene la violencia patriarcal: “si sos o fuiste víctima del patriarcado es porque algo habrás hecho”. Aparece en cada noticia sobre aborto, en cada caso de femicidio que cubren los medios de comunicación, en los discursos de jueces y abogados que convierten en victimarias a las víctimas. Así, las viñetas ubicadas en 1921 funcionan como relato ejemplificador que un militar imparte a su víctima: las chicas del burdel La Catalana se niegan a atender a sus clientes, militares que reprimían a los huelguistas anarquistas y socialistas del lugar. Ante la negativa, asesinaron a las rebeldes e incluso a los músicos del burdel. La amenaza es obvia: si te negás a colaborar con nosotros correrás la misma suerte de esas atrevidas que osaron negarse a acostarse con el represor. Al estilo Maus, los personajes aparecen representados bajo el ojo del antropomorfismo para recordarnos cómo el ser humano se animaliza al destruir y violentar a su misma especie.

Emiliano Maitía y Esteban Cánepa publican en la misma sección una historieta llamada “Ocho cuadras”. Sandra, una prostituta en manos de un peligroso proxeneta, decide rebelarse a su cafisho y participa de una reunión junto con otras chicas, quienes intentan organizarse frente a la violencia que las condena: policías, cafishos o clientes, todos engranajes de una maquinaria que las relega a lo macabro, al encierro y al peligro. De hecho, el proxeneta de Sandra era famoso por haber hecho desaparecer a su anterior chica. En ese oscuro y siniestro lugar donde por última vez se la vio con vida, Sandra elige convocar al resto de las chicas para construir lazos que las lleven a una mejor situación. La ciudad gris y desolada, el tono realista de las viñetas y la pesada oscuridad que juega como cómplice de esa impune red de prostitución, contrastan con la luz que se asoma cuando Sandra le hace la propuesta al resto de las muchachas: “por algo hay que empezar”, reza la última viñeta.

Con el artículo de Marlene Wayar, se abre (o conecta, según nuestro orden de lectura) la sección que aún no hemos presentado: “Mi vida tiene valor, mi cuerpo tiene precio”. En su texto “Capitalismo gore: debatir la prostitución”, Marlene nos interpela: ¿Existe la autonomía de decisión en una práctica como la prostitución si quienes la ejercen son víctimas de dilemas trágicos que lxs empujan a tal decisión? De hecho, ella se presenta como la excepción a la regla a través de un relato autobiográfico: Marlene se acerca a la prostitución buscando un grupo de pertenencia, no por condicionamientos socioeconómicos; en cambio, las mariquitas (como ella misma las llama) que enseguida la incorporaron en su devaneo prostituyente, salieron a la calle para subsanar sus críticas situaciones familiares y domésticas (como el 80% de la población trans que ejerce la prostitución). Wayar arremete contra las jerarquizaciones sociales que llevan a que unxs pongan precios sobre los cuerpos de otrxs y que configuran un orden por el que ciertos cuerpos se construyen para satisfacer el placer de otrxs. Sin embargo, y más allá de los debates que puedan darse respecto el estatus jurídico o sindical de esta institución, para esta referente del activismo trans lo más importante es que el estado y los distintos sectores sociales y privados confluyan para generar políticas públicas que luchen contra la extrema vulnerabilidad que somete a lxs chicxs que ejercen la prostitución en nuestro mundo contemporáneo.

Y si hablamos de cuerpos devaluados socialmente, la sección “Mujer bonita es la que lucha” cuestiona, por su parte, los distintos cánones de belleza y la noción de discapacidad asociada a un disvalor. Verónica González, por ejemplo, conjuga la problemática de género y la de discapacidad y sostiene, corajuda, que las mujeres discapacitadas son víctimas de una doble discriminación y que son apartadas del mundo sexual y deseante por un prejuicio sociocultural que convierte a lxs discapacitadxs en seres asexuados y objetos de prácticas médicas y psicológicas invasivas y estigmatizantes. Javi Hildebrandt y Erica Villar deconstruyen en viñetas esa ecuación: una primera escena nos muestra ropa tirada a un costado de la cama; a continuación, una pareja durante el acto sexual; y luego, tres viñetas que amplían la imagen de la pareja escindida en tres: la última nos devela que la chica tiene sus piernas sin su parte inferior. “Noche de stand up” (así se titula la historieta) utiliza el recurso de “como yo soy judío puedo hacer chistes de judío” y ubica como protagonista a esta chica que, stand up mediante, humoriza sobre las vicisitudes para establecer vínculos sentimentales al ser discapacitada. Pero, como ella bien dice, más que reírse de ella, se ríe de los espectadores (y, por supuesto, de nosotrxs, lectorxs) por sus maneras miedosas, prejuiciosas y discriminatorias de tratar al otrx. Por otro lado, y desde la ciencia ficción, Fernando Calvi imagina una terrestre exiliada en una nave junto con otros seres que espía, y a quien le gusta una tripulante (que prefiere a los Quibloquez, extraterrestres que se apilan y desapilan). Esta terrícola que contempla todo a su alrededor no duda en reflexionar sobre su amor no correspondido: “Me gusta Nisa, tiene esas caderas y manos enormes. Pero ella prefiere a los Quibloquez, que no sé cuántos son porque viven apilándose y desapilándose. En fin, cada uno a lo que le gusta”.1 ¿La utopía de un mundo sin prejuicios en donde circula el libre deseo?

Lejos de la ciencia ficción y de utopías, la sección titulada “Desobediencia, por tu culpa voy a ser feliz”. “Miradas” presenta una historieta en la que el panóptico discriminatorio genera una constante tensión de principio a fin. Una madre que, monólogo interior mediante, reniega de su hijo homosexual y se cruza en el tren con una pareja de chicxs, a quienes no les quita la mirada y sobre quienes descarga su violenta homofobia. Darío le recrimina a Nahuel que no expresa su amor en público; Nahuel, demasiado pendiente de la mirada de los demás, internamente se reprocha no animarse a hacerlo: la paradoja se desencadena cuando Nahuel interpela a esta madre desquiciada que no les saca los ojos de encima y ésta, furiosa y agresiva, le contesta que los mira “por putos asquerosos”. La (posible) paranoia de Nahuel se vuelve real: lejos estamos aquí de utopías futuristas de género. Por otro lado, algo de utopía (desde su nombre) tiene “Mesías”, la historieta de Eleonora Kortsarz. En un tono alejado del drama, “Mesías” cuenta la historia de un chico trans que queda embarazadx por obra de un dios (también trans) que se le presenta para comunicarle que es el elegidx. Ni la familia ni su novia lo aceptan y el médico que lo pone en aviso sobre su embarazo se niega a operarlo con discursos moralizantes. Parodia, humor y kitsch se mezclan en esta historieta de final feliz. Helián Katz, por otra parte, escribe su artículo “Cuerpos que importan” en el cual pone al desnudo la transfobia reinante y las prácticas cisexistas que encontramos a diario (y que no siempre se asumen). La ironía y un discurso al estilo manual de autoayuda corren el velo de las fobias de género que operan en nuestra sociedad.

La última ronda de cautivxs (la primera en el orden propuesto por el libro) tematiza el aborto. Cautivas de abortos clandestinos, abusos sexuales y leyes que no amparan ni protegen el cuerpo de la mujer en “Todos…Nadie. Historias de Ostende”. En “Al pie de la teta”, Walter Betarraga, un hombre embarazado por el estado y perseguido para que no se practique un aborto clandestino, logra lo que ninguna mujer en este mundo presente: el estado, en la encerrona trágica de evitar que su paciente aborte, aprueba el aborto pero sí y sólo sí, lo practican ellos. Walter recurre a una chica anarquista para conseguir misoprostol y así poner fin a su embarazo no deseado. Muere desangrado con la radio repitiendo hasta el hartazgo que las autoridades legalizaron su aborto. El famoso dicho popular “si los hombres quedaran embarazados, el aborto sería legal” resuena en estas viñetas para dar cuenta de la distribución desigual de derechos en la sociedad patriarcal. Escenas paródicas sobre el feminismo y el activismo vuelven a esta delirante historieta en una compleja crítica y autocrítica social sin abandonar el humor y la ironía. Finalmente, de la mano de María Alicia Gutiérrez, el artículo que pone en palabras el reclamo por la legalización del aborto que subyace a las historietas que ya mencionamos.

Por último, la tapa de Alejandra Lurik: simpáticos seres humanxs que expresan la diversidad que recorre estas páginas y las múltiples posibilidades de ser, verse y desear. Mariela Acevedo (editora de la revista y del libro) cumple lo que promete, prólogo mediante: Clítoris: sex(t)ualidades en viñetas cuestiona el sexismo y también sabe reírse de los clishés del activismo de género y de las victimizaciones resultantes del mismo. En viñetas, y en precisas y rotundas palabras, Clítoris se vuelve lectura indispensable para seguir pensando y construyendo una sociedad más justa, menos hipócrita y, por supuesto, menos violenta sobre el cuerpo y la subjetividad propia y ajena. Para nunca dejar de soñar un mundo sin cautivxs ni colonizadorxs del deseo de otrx.


Notas

1 La itálica es propia.




Fecha de recibido: 21 de noviembre de 2016
Fecha de aceptado: 15 de diciembre de 2016
Fecha de publicado: 20 de marzo de 2017



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