Descentrada, vol. 1, nº 2, e024, septiembre 2017. ISSN 2545-7284
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG)


COMUNICACIONES / COMMUNICATIONS

 

Modelos de madre contra-hegemónicos. Análisis de la representación de la maternidad en la escritura a partir de Aparecida, de Marta Dillon


 

Patricia Ricard

Universidad Nacional de La Pampa, Argentina
ricardpatricia.b@gmail.com


Cita sugerida: Ricard, P. (2017). Modelos de madre contra-hegemónicos.  Análisis de la representación de la maternidad en la escritura a partir de Aparecida, de Marta Dillon. Descentrada, 1(2), e024. Recuperado de http://www.descentrada.fahce.unlp.edu.ar/article/view/DESe024

 

 

Resumen
La temática de la maternidad ha sido abordada desde múltiples discursos en los que la mujer ocupa lugares centrales, destinada siempre al ámbito privado y familiar. El discurso literario no queda excluido, sino que se ha permitido plasmar modelos de madres no convencionales, aquellos que existen en determinadas situaciones en los que esta no puede cumplir con el rol que le han implantado los siglos de patriarcado. Durante la década del ‘70 en la Argentina, muchas mujeres - madres – de forma voluntario o no- debieron alejarse de sus hogares en post de la lucha revolucionaria y, siendo conocidos los trágicos sucesos posteriores, esta maternidad queda trunca. La sensación de carencia y la certeza de una infancia interrumpida, inmersa en la violencia y la clandestinidad a causa del proceso dictatorial, han derivado en la escritura de hijos e hijas de militantes que pretenden, desde la literatura o el testimonio, contar una experiencia personal – y colectiva a la vez- que los hace partícipes de la historia. Marta Dillon fusiona sus recuerdos y experiencias de vida con la poesía en su relato Aparecida (2015) para hablar de esa madre, para recuperar momentos de su infancia que la memoria se empeña en conservar, como así también, ese cuerpo vivo frente a sus restos hallados mucho tiempo después.

Palabras claves: Maternidad; Dictadura; Memoria; Politización femenina; Transgresión.


Models of counter-hegemonic mothers. Analysis of maternity in the writing of Aparecida by Marta Dillon

 

Abstract
The thematic of motherhood has been addressed from multiples discourses in which ‘the woman’ (women) occupies central places, always destined to the private and familiar scope. The literary discourse is not excluded but it has been allowed to express models of unconventional mothers, those which exist in certain situations in which she cannot fulfill the role that has been implanted the centuries of patriarchy. During the 70’s in Argentina, most mothers – voluntarily or not- should leave ‘the nest’ in post of the revolutionary struggle and, being known the later tragic events, this maternity is truncated. The interrupted childhood and the shortage have derived in the writing of children who expect, from the literature, to tell this personal – and also collective- story. Marta Dillon joins her memories and life experiences with poetry in her story Aparecida (2015) to talk about that mother, to recover moments of her childhood that memory insists on preserving, as well as that body alive in front of a set of bones found long after.

Keywords: Maternity; Dictatorship; Memory; Feminine politicization; Transgression.



1. Problemáticas de género y sus alcances al discurso literario

Las problemáticas de género, que han adquirido en las últimas décadas un importante interés en la sociedad a partir de la lucha por la igualdad sexual y la visualización de nuevas identidades sexuales a nivel mundial, es abordada desde múltiples discursos sociales, políticos, culturales, y la literatura, como reflejo de la vida y el hombre, no queda exenta de dicha temática de representación.

Mi objetivo en este artículo consiste en el análisis de un texto de reciente publicación titulado Aparecida (2015), de la escritora Marta Dillon,1 que se inscribe en la esfera de lo “literario” por el estilo narrativo y el uso de un lenguaje estético pero que roza los géneros de lo testimonial y biográfico, siendo su propia historia el objeto narrado. Hija de madre militante -desaparecida durante la última dictadura argentina- madre, feminista, mujer, escritora y lesbiana, se convierte en narradora-protagonista para hacer visible un fragmento de su vida y completar un ciclo vital inconcluso. Es el hallazgo de los restos de su madre por parte del Equipo de Antropólogos Forenses –ocurrido en el año 2010- el motivo de su escritura y en torno al cual gira el relato, entre el presente, el pasado y los recuerdos que afloran ahora de su memoria. La figura de la madre es el centro de la trama, su activismo y compromiso político en el pasado que la condujo –a ella como a otras mujeres militantes- a ‘desviarse’ del rol tradicional asociado a la maternidad, y en el presente de la narración, es un cuerpo fragmentado, un conjunto de huesos que hacen a la autora replantearse, ya desde su adultez, su infancia, la imagen de familia trunca, la maternidad y la ausencia.

Todo análisis literario supone siempre la adopción de un punto de vista subjetivo, una mirada que se posa sobre un aspecto del texto. Se trata de un ‘recorte’, una elección sobre una unidad mayor que es la obra en sí, por eso, sin pretensiones de lograr un análisis exhaustivo, en esta oportunidad, mi elección se reduce a aquellas claves que brinda el texto para ser abordado desde una temática de género. Si bien el eje central será la maternidad como una categoría de género móvil -en tanto ha ido modificándose a través del tiempo y el contexto social y cultural donde se trate- como también el lugar de enunciación de esta mujer-escritora, me interesa, en primera instancia, realizar algunas salvedades respecto del concepto de ´género´ que atañe al cuerpo del texto.

Muchos han sido ya los estudios acerca del término y sus alcances. Una primera distinción para el análisis es la que se ha realizado entre los conceptos de sexo y género, cuyos límites llegaban a borrarse o confundirse en el uso popular (Bock, 1991; Mattio, 2012). Tal como señala Joan Scott (2011), en los años ‘70 y ‘80, con el auge de los movimientos feministas y la lucha de las mujeres por alcanzar la igualdad con el sexo opuesto, el concepto de ‘género’ posibilitaba la apertura a cuestiones analíticas acerca del modo en que se habrían definido los distintos roles y funciones para cada sexo, los significados de las categorías hombre/mujer según el contexto, la imposición de normas regulatorias del comportamiento sexual, relaciones de poder y construcción de identidades. Frente a ello, el foco de las investigaciones estuvo centrado en la deconstrucción del binomio sexo/género, quedando el primero ligado al campo de lo biológico y el segundo a la cultura, bajo la afirmación de que el género es una construcción cultural, inseparable de la subjetividad e historización del sujeto.

Dentro de estas clasificaciones dicotómicas, las mujeres han sido agrupadas todas bajo el mismo término como si se diferenciaran por ciertas categorías biológicas innatas. La mujer, como categoría natural y atemporal, supone una invención de la imaginación patriarcal, donde el solo hecho de que sean “mujeres” es más relevante que las diferencias entre ellas en el círculo de dominación, poder y subordinación que implica el contrato patriarcal (Pateman, 1995). Es por esto que se presenta la necesidad de hablar de “mujeres” o de diversas “feminidades” o “masculinidades”, lo que implica situarse en un contexto histórico, cultural, político donde los cuerpos e identidades son significados y regulados sus comportamientos.

Esta breve introducción me es de utilidad cuando el testimonio a analizar supone un especial interés sobre el lugar de enunciación, desde dónde se cuenta, qué características posee esa voz narradora-protagonista que hace pública su palabra y su historia personal, privada, y que se muestra “transgresora” de los sitios femeninos tradicionales en tanto escritora y activista política, y que, además, va a hablar de su madre, cuya historia también presenta un desplazamiento hacia lugares que la cultura patriarcal no había asociado al comportamiento femenino.

Las madres, que han ocupado lugares centrales a lo largo de la historia en los discursos jurídicos, médicos, políticos, mediadoras entre espacios públicos y privados, veneradas por religiones y culturas populares, en el caso de la literatura argentina, se trata de una figura marginal que ha suscitado poco interés para la crítica. Esto no supone que no estén presentes en el discurso literario, sino que –y tal como ha señalado Nora Domínguez (2007)- la literatura dio madres e hijos únicos, sujetos y representaciones singulares, sin rasgos de tipicidad, los libera de formas sociales estereotipadas y les permite ensayar sus propias posibilidades de transgresión. Como expondré a continuación, la representación de la maternidad en los textos difiere de acuerdo a las voces narrativas que enuncien, y los lugares sociales e intelectuales que ocupan los autores.

2. Sobre subjetividad, cuerpo y maternidad

“…ya sé de qué se trata envejecer
y desde esa distancia puedo mirar a la mujer que fue mi madre
y a la chica y la joven que fui,
y también entender de qué se trata tener un cuerpo, decir ésta es la que soy”
(Dillon en Zeiger, 2015).


Aparecida es un libro con el que se tiene la sensación de estar leyendo por momentos un diario personal, un anecdotario, un testimonio y, sin embargo, en medio de dicha espontaneidad, la escritora incorpora una serie de fragmentos donde es notable el uso de imágenes y sentidos metafóricos, cuya presencia no es arbitraria, sino que colaboran con la forma y el estilo particular que caracteriza al texto y lo incorporan dentro de “lo literario”.

Marta Dillon cuenta su pasado desde una perspectiva adulta y se convierte en narradora de su propia historia, de su infancia y su presente, pero, en este caso, el motivo que la conduce a la escritura es el hallazgo e identificación de los restos de su madre después de muchos años de ausencia. Aunque la muerte se sabía segura, estaba ahora presente de manera física y concreta. La autora muestra una contradicción personal que se debate entre la nostalgia por el recuerdo de su madre, secuestrada y asesinada a los 35 años de edad, y el deber de enfrentarse ahora a una verdad, tan buscada como temida: el episodio de la muerte y sus restos. Constituyéndose este como eje del relato, la autora va alternando en su escritura episodios diversos en una constante confluencia de tiempos, un pasado que rememora a sus padres, y el presente, plagado de situaciones cotidianas, donde irrumpe este acontecimiento que confronta con el recuerdo de esa madre cargada de vida y corporalidad en sus relatos.

“No quería perder a mi santita de ojos azules y pelo al viento, ni la blandura del pecho en el que me refugiaba, ni sus dedos mojados de saliva para sacarme la tierra de la cara; con todo eso era con lo que hablaba, con lo que venía hablando hace tantos años. No estaba tan loca como para encomendarme después a un esqueleto desarticulado” (Dillon, 2015: 73)

Elsa Drucaroff (2011: 457) expone que la mirada femenina no es una esencia, algo que pueda aislarse y definirse de una vez, sino que es una inscripción políticamente conflictiva de un discurso que está siempre en movimiento, el lugar donde la mujer ya no mira como se espera de ella, pero sin ser todavía la mujer “libre” que vive sin conflicto. La acción de escribir ha sido siempre para la mujer una actividad política transgresora en una cultura patriarcal que la ha ligado a la esfera privada y el quehacer doméstico, a la reproducción y crianza de los hijos y las hijas. Esta ha instaurado en la sociedad fuertes estructuras y estereotipos que definen la imagen y rol de la mujer, como así también regulan su comportamiento, siempre diferenciado del masculino, asociado éste a la actividad pública, la razón y el poder.

En un contexto donde la heterosexualidad y la maternidad se habían institucionalizado como comportamientos ‘naturales’ de la mujer, junto al modelo de padre proveedor, las bases del modelo familiar y el rol modélico de la mujer reproductora comienzan a resquebrajarse con el surgimiento de nuevas oportunidades en el ámbito urbano. La existencia de cuerpos femeninos ‘libres’ a partir de la primera mitad del siglo XX atentaba contra el supuesto orden armónico social y familiar (Ramacciotti y Valobra, 2014). Estructuras tan instauradas y modeladoras de sociedades a través del tiempo, como la que asocia a mujer/madre/heterosexual, hoy prevalecen en la moral de ciertos sectores que juzgan y sentencian todo comportamiento femenino que se aparte de ‘la norma’ (Rich, 1996; Di Liscia, 2014).

Esta escritora, por su parte, se sabe transgresora de ciertos “moldes” tradicionales, tanto sociales, sexuales y estéticos si referimos al estilo de su libro y la dificultad de clasificación dentro de los géneros literarios clásicos. Está comprometida políticamente con la lucha por los derechos de las mujeres, reconocida en el ambiente público, es lesbiana, aspecto de su vida que, lejos de ocultar, hace explícito en este libro, y es madre. Desde tal lugar, desde ese presente, es que se dispone a contar su historia, la de su madre militante y una infancia arrebatada por el terror y la ausencia. Marta Dillon intenta así, recuperar la figura viva de esa mujer que fue su madre en la que se ve reflejada, la que encuentra sólo en los recuerdos de su niñez, para dejarla allí plasmada a través del lenguaje. No cuestiona su accionar político ni su repentina ausencia, sino que su experiencia la condujo a comprender aquella tensión que supone la maternidad entre el afecto y la familia, y las ansias de ‘realización personal’. Tal como expresara en una entrevista para Página /12:

“no es posible sobrevivir a la maternidad si no guardas como una gema tus propios intereses, si no podés dejar a los niños en otra parte, si no podés permitirte que tu vida no esté expropiada por los deberes de madre” (Dillon en Zeiger, 2015).

Ante la ausencia materna, Marta y sus tres hermanos menores convivieron con su padre y su nueva pareja. Si bien se hizo cargo de la crianza, esta relación paternal tampoco fue satisfactoria. Existe, de manera explícita en el relato, un conflicto filial permanente que se genera a partir del contexto, las diferencias ideológicas y las decisiones que este padre toma al respecto. Ya por protección a sus hijos e hijas o demás motivos personales, él delata el paradero de Marta Taboada y sus compañeros y compañeras, hecho que la autora recuerda, que cuestiona durante tiempo y aún hoy condena. Esto, sumado al reproche por abandonar a su madre embarazada “por culpa de la militancia” e irse con otra mujer, y el silencio familiar que se había impuesto en torno a la figura de esa madre desaparecida, le permitía pensar a veces en su regreso. Todo esto hace a la ruptura de la relación padre-hija. La diferencia con que se trata en su relato el accionar del padre y de la madre, diferentes, pero quizás del mismo modo cuestionables, también deja entrever una problemática de género que prevalece en el imaginario. Ella era cuestionada por el entorno familiar, ya que se entendía a la militancia como una actividad que no corresponde al comportamiento femenino, y menos aún para una madre que transgrede las normas sociales y abandona el hogar, para lanzarse al ámbito político. Se convierte, entonces, en digna del silencio y los ‘relatos a media lengua’ cuando de ella se trataba y la ‘amnesia repentina’ de los parientes cuando sus hijos querían saber.

“-¿Cuándo vamos a poder ver a mamá?
-En quince días, dame quince días y te digo.
Así comenzaba y así se resolvía la única conversación posible sobre
mi vieja con mi papá. (…) A mí me costaba días y días juntar coraje y
todo para qué. Para que me abrieran un nuevo compás de espera
imposible” (Dillon, 2015: 39)

Su padre, que también se fue del hogar para construir otra vida porque su esposa ‘no cumplía bien el rol que como tal le estaba asignado’, no era cuestionado y, si se quiere, hasta estaba justificada dicha actitud paterna en el relato de los demás por el mismo proceder de la madre ante el abandono de sus ‘obligaciones’.

3. Maternar… construir, cobijar, soltar


Creo que ella había aprendido sobre todo a meternar,
y eso tiene una ética particular, dar cobijo y a la vez ir a la guerra,
poner la palabra para que sobreviva aun cuando no haya cuerpo,
inscribir la chance de moldear el propio destino,
construir el nido y a la vez estar listo para abandonarlo
(Dillon en Zeiger, 2015).


En el orden familiar moderno, las madres, presentes en discursos médicos, políticos, religiosos y culturales, son responsables y afectivas, sexualmente pasivas y dependientes de la protección masculina. El entramado de estas asignaciones simbólicas produjo una red de sentidos sobre sus cuerpos y la idea central de Mujer = Madre organizaba tanto las prescripciones que legalizaron las diferentes acciones en concebir, parir y criar la descendencia, como los proyectos de vida posibles para las mujeres y también para los discursos que a ellas refieren. La idea de la “maternalización” de la mujer, fue una idea universal, que abarcaba a todas, sin distinción de clases sociales cuando la ciencia médica suponía que la maternidad era parte de su naturaleza, estaba en sus cuerpos, predeterminado en su biología. Así, los cuerpos femeninos fueron resignificados en busca de indicios de maternidad, y todo otro uso posible -como la sexualidad o el trabajo- amenazaban la reproducción y, por ende, el orden familiar y social. El ocio, el estudio, el placer en la mujer, se consideraban actividades ‘antinaturales’ en tanto no tuvieran una relación directa con la maternidad (Nari, 2004: 101).

El relato hegemónico acerca de la maternidad se plantea como un “modelo” que prevé y prescribe cuerpos, sexualidades, conductas, modos de sentir y de pensar, por eso puede ser considerada como una relación social en tanto genera vínculos, prácticas, deseos, hace circular valores y creencias, y construye identidades. Ser madre no implica solo concebir y parir un hijo, sino seguir una serie de prácticas que regulan una producción sentimental específica, con leyes propias, que se cumplen siguiendo un orden temporal específico: embarazo, parto, lactancia, crianza. Como expone Nora Domínguez en su estudio sobre maternidad, se trata de un proceso, material y simbólico, donde la capacidad sentimental se despliega sobre los cuerpos y las vidas de los hijos en las diferentes etapas. Pero como toda identidad establecida social y culturalmente, la maternidad, promueve a los sujetos distintos grados de acatamiento y ‘desobediencia’, y es en esas fisuras donde surgen versiones contra-hegemónicas (Domínguez, 2007: 39).

Ante ello, cabe entonces preguntarse, ¿Qué sucede cuando este proceso que implica a madre e hijo se ve interrumpido por la ausencia o el ‘desvío’ -voluntario o forzado- del rol? ¿Qué modificaciones sufre el modelo materno con la inserción de la mujer en el ámbito público y el mundo laboral? ¿Qué ‘representaciones de madre’ escriben los hijos? En el contexto social argentino durante las décadas del ´50 y ’60, las mujeres fueron alcanzando progresivamente una mayor autonomía que se produjo a través de una creciente participación política, el acceso al mercado del trabajo y una mayor inserción en los estudios universitarios. La aparición de la pastilla anticonceptiva comenzó a definir nuevas pautas sexuales, las relaciones pre-matrimoniales rompen con ciertos tabúes, los temas de la vida íntima empiezan a ser objeto de discusión pública, y los avances del feminismo europeo y norteamericano comienzan a ingresar al país. La presencia y difusión del feminismo, como práctica política que deconstruye los aparatos ideológicos que naturalizaban la maternidad y reproducción en la mujer, es fundamental para el cambio político y cultural que posibilita la visualización de nuevas representaciones maternas en la cultura y la literatura argentina (Barrancos: 2001).

Esta madre en cuestión, la representada en Aparecida a través de la voz de su propia hija, podría ser todas las madres militantes desaparecidas, agrupadas bajo el mismo mote por una época y por la experiencia vivida, sin embargo, la autora busca individualizarla, encontrar en ella una mujer real que franqueó ciertos límites impuestos y estereotipos asociados al género para participar de movimientos sociales y políticos. Lejos de juzgar su accionar, Dillon, como madre, feminista y defensora de los derechos de las mujeres, recupera en la escritura todo lo que le recuerda de su madre como mujer viva, con deseos, sentimientos e ideales propios, cuando enfatiza en su perfume, su pelo, su modo de vestir, una ropa interior color negro que formaba parte del hallazgo e imagina así para ella una cita.

“Una cita de amor quise decir, una cita como la entendemos ahora. Y ese conjunto era elegante, era de gala, le sujetaría la pancita floja por los embarazos, cubriría las estrías hasta que ya no importaran que se vieran. Pero no tenía certeza. Nadie iba a festejar en un laboratorio una suposición que me permitía ver a la amante que se saltaba por pura prepotencia de un romanticismo vacuo los cuatro meses de encierro, la sala de tortura, su cuerpo expuesto a la fuerza” (Dillon, 2015: 120).

En efecto, Dillon Elige imaginar y representar la vitalidad de ese cuerpo, a una mujer activa, transgresora que, ya divorciada al momento del secuestro, apartada del hogar y de sus cuatro hijos, evade normas y prejuicios para salir en busca de realizaciones personales.

Consideraciones finales

En este trabajo, hablamos de varones y mujeres a quienes atravesó el contexto histórico y social, con comportamientos y roles diferenciados, la maternidad en el contexto político argentino de la década del ‘70, tuvo también sus particularidades, y esas madres, militantes y víctimas del golpe de estado, son representadas por sus hijos e hijas desde diferentes perspectivas. Es frecuente también que, ante la ausencia física, el rol materno se vea desplazado hacia otra persona, como aquellas abuelas que tuvieron la posibilidad de recuperar a sus nietos y hacerse cargo de la crianza, lo cual es una situación que algunos escritores han sabido representar, desde el testimonio y la ficción2. Las Madres y Abuelas de plaza de Mayo, símbolo de lucha durante y después del proceso, por su parte, representan la politización de la madre que toma la palabra en el espacio público, que hace oír su voz ante la desaparición de hijos e hijas y nietos y nietas en post de búsqueda de justicia, hallazgo de cuerpos e identidades arrebatadas.

Surgen en este contexto, madres en el ámbito político, mujeres que dejan el hogar para hacer la revolución, madres que se ausentan para siempre, otras exiliadas, hijos e hijas que viven del recuerdo y el intento de reconstrucción de un pasado familiar, aquellos que dejan plasmados el cuerpo y voz de las madres en la escritura, y mujeres que, ante el dolor de la pérdida, piden a gritos justicia por sus hijos e hijas.

 

 

Notas

1 Marta Dillon comenzó su tarea de periodista en radio a los 16 años y cuenta con diversas publicaciones de cuentos, crónicas y relatos que tienen énfasis en el campo de lo femenino. Dirige, desde 2002, el suplemento de mujeres “Las 12”, de página/ 12 y, actualmente, elabora producciones audiovisuales junto a su esposa Albertina Carri, directora ésta del film Los Rubios (2003), un hito en cuanto a las representaciones artísticas de post-dictadura.

2 Este es el caso, por ejemplo, de escritores como Félix Bruzzone y Mariana Eva Pérez, cuyos escritos exponen un papel relevante de sus abuelas en su crianza ante la ausencia materna.


Bibliografía

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Dillon, Marta (2015). Aparecida. Buenos Aires: Sudamericana.

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Zeiger, Claudio (2015). Todo sobre mi madre [Entrevista a Marta Dillon], Página/12- 14 de junio.

 

 

 

Fecha de recibido: 29 de noviembre de 2016
Fecha de aceptado: 14 de marzo de 2017
Fecha de publicado: 19 de septiembre de 2017



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