Descentrada, vol. 4, nº 1, e113, marzo-agosto 2020. ISSN 2545-7284
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG)

Lecturas críticas

Branz, Juan Bautista (2018). Machos de verdad. Masculinidades, deporte y clase en Argentina. Una etnografía sobre hombres de sectores dominantes que juegan al rugby. La Plata: Malisia Editorial.

Rita Lorena Arambuena

Universidad Nacional de Santiago del Estero, Argentina

Cita recomendada: Arambuena, R. L. (2020). [Revisión del libro Machos de verdad. Masculinidades, deporte y clase en Argentina. Una etnografía sobre hombres de sectores dominantes que juegan al rugby por J. B. Branz]. Descentrada, 4(1), e113. https://doi.org/10.24215/25457284e113

El libro de Juan Branz titulado Machos de verdad: masculinidades, deporte y clase en Argentina. Una etnografía sobre hombres de sectores dominantes que juegan al rugby, es el resultado de su tesis doctoral y llegó para fundar, sentencia el sociólogo argentino Pablo Alabarces en la portada de este libro, un nuevo subgénero en los estudios socio-culturales sobre el deporte. En esta obra, el autor se encuentra abocado a reflexionar en torno de las identidades masculinas contemporáneas, desentrañando relaciones y formas de administración del poder. Lo hace a través de un riguroso análisis del rugby en la ciudad de La Plata y en Argentina, proponiendo al género y la clase como rectores y articuladores nodales de ese espacio. La pretensión central del trabajo radica en indagar y reconstruir desde el punto de vista de los actores las lógicas que estructuran ese campo, para ampliar el conocimiento específico sobre la práctica y contribuir a los estudios sobre masculinidades.

Aunque todavía existe un importante espacio de vacancia en relación a los estudios sobre varones y sus prácticas, las garantías producidas y reproducidas vinculadas a las relaciones intra e intergénero en diferentes espacios del mundo social (Branz, 2017), el desarrollo y la legitimidad que cobraron los estudios sobre hombres y masculinidades, en los espacios académicos y de discusión en la arena política, se debe en buena medida a los desarrollos teóricos sobre las identidades de género que diversas teorías de vertientes feministas propusieron desde una perspectiva antisexista, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX (Viveros Vigoya, 2002). Ya en 1949, Simone de Beauvoir en la introducción de su célebre obra El segundo sexo esgrimía que “(…) a un hombre no se le ocurriría la idea de escribir un libro sobre la singular situación que ocupan los varones en la Humanidad” (de Beauvoir (2013[1949], p. 17), con una breve referencia al Informe Kinsey que se limitaba a definir las características sexuales del hombre norteamericano. Como punto de partida, se reconoce aquí en las mujeres académicas feministas el lugar pionero sobre estos estudios, aun cuando existe una extensa producción sobre los mismos realizada por hombres (Viveros Vigoya, 2007).

Existen numerosos trabajos sobre el problema de la masculinidad dominante o hegemónica, entendida como aquella masculinidad legítima en el sistema patriarcal “(…) que impone un modo particular de configuración de la subjetividad, la corporalidad, la posición existencial del común de los hombres y de los hombres comunes, e inhibe y anula la jerarquización social de las otras masculinidades” (Bonino, 1999, p. 1). Parrini (2002) reconoce entre lxs pionerxs anglosajonxs que se preocuparon, en la segunda mitad del siglo XX, por pensar preguntas en torno a la masculinidad dominante y el poder, a referentes como Conell (1987, 1995, 2005), Seidler (1994), Kaufman (1997) y Kimmel (1997), y desde Latinoamérica, a Fuller (1997), Gutmann (1996), Leal (1992), Olavarría, Mellado y Benavente (1998), Valdés y Olavarría (1997), Viveros Vigoya (1997). Estxs autorxs se ocuparon de definir aquel tipo de masculinidad, de analizarlo y explicarlo como un problema político característico de la estructura patriarcal de las sociedades capitalistas, y que funciona de modo estructurante de las identidades colectivas e individuales que en ella se originan.

Machos de verdad es un aporte, y se inscribe en el marco de estos estudios para pensar las masculinidades contemporáneas, en torno de la pregunta sobre ¿qué elementos contienen y definen a una masculinidad dominante? El autor del libro, en referencia a Badinter (1994), sostiene que la característica distintiva de una verdadera masculinidad contemporánea es la heterosexualidad, aquella que se presenta como un fenómeno “natural”, en tanto el cómo y con quién se tiene sexo aparece como la prueba central de esta identidad. Retoma por otro lado a Kaufman (1997), quien concibe al poder como el elemento fundamental de la subjetividad masculina, aquel que sostiene y justifica una jerarquía y dominación sobre los hombres que no cumplen con las prescripciones hegemónicas, así como sobre las mujeres. Así también, recuperando el trabajo de Gilmore (1994), sugiere que la masculinidad es la forma de ser varón adulto en una sociedad determinada. Al partir de estos elementos y siguiendo la línea de trabajo iniciada por Eduardo Archetti (1984) en Argentina -denominada Estudios Sociales del Deporte-, Branz piensa la construcción del campo del rugby en clave sociohistórica, atendiendo a las formas de ser varón, y al cómo conciben y experimentan la masculinidad un grupo de varones provenientes de un sector particular: las clases dominantes.

Branz es argentino, Doctor y Licenciado en Comunicación, actualmente se desempeña como docente en la Universidad Nacional de La Plata. Se asume como sujeto de clase media, intelectualizado por su paso por la academia y confiesa que, al principio, una especie de revanchismo fue lo que lo dispuso a inmiscuirse en el universo de lo que designa como sectores dominantes de la sociedad. Es hijo de un desempleado en la década del ‘90, y mantiene claros registros de lo que el neoliberalismo produjo en el país y en su vida personal. Ingresa al mundo del rugby y de los sujetos investigados, vigilando ese aspecto, ya no desde las diferencias que antepone, sino desde las similitudes que advierte ir descubriendo con esos actores.

Por un lado, el libro realiza un aporte a los estudios socio-históricos sobre las clases media-altas y las elites, en cuanto al modo en que los sectores dirigentes locales moldearon la sociedad argentina, enmarcados en el proyecto civilizatorio que mirando a Europa y bajo las relaciones de producción capitalistas imperantes, fueron consolidando un círculo de privilegio con capacidad de instalar valores, sentidos y prácticas que sirvieron para distinguir unos sujetos y unos ciudadanos de otros. Concibiendo a la clase como un fenómeno histórico (Thompson, 1989) y situacional, el autor realiza una minuciosa revisión histórica haciendo énfasis en el campo del rugby, como uno de los círculos que verificará la eficacia del proyecto de la Argentina “europea” (Adamovsky, 2012), y perpetuará un sistema moral que logrará institucionalizarse en los ámbitos tanto privados como estatales. De esta manera, el autor reflexiona sobre el modo en que la política en su intersección con el deporte contribuyó a consolidar un proyecto hegemónico cuyo recurso y producto fue una sociedad desigual, resultando en relaciones y regímenes clasificatorios naturalizados por los grupos más y menos perjudicados.

Por otro lado, el rugby constituye también el espacio donde ese Estado, mediante sus criterios clasificatorios logró eficientemente reproducir el modelo masculino dominante, el del verdadero hombre: heterosexual, racional, educado, fuerte, viril, corajudo, y a lo largo del libro se encarga de desmenuzarlo. Branz es un varón investigando un mundo de varones; al respecto La Cecla (2004) ofrece una reflexión de los condicionamientos que aquello implica, haciendo énfasis en la necesidad de reconocerse en, y a la vez hacer los esfuerzos por distanciarse de los sujetos investigados y así, “saber ver” la parte del mundo que se les escapa. A través de un trabajo etnográfico creativo con una trama argumentativa reflexiva -que permite entrever los esfuerzos conscientes del autor por habitar la incomodidad-, comprometido con aprender de las experiencias y percepciones de los sujetos, y sabiéndose parte de la producción y reproducción de los modos masculinos de ser hombre, se sumerge en la cotidianeidad de un grupo de jugadores de tres clubes de La Plata. El rugby “es escuela de vida” le dijeron sus interlocutores, y además de introducirse en la práctica deportiva, transita y detalla sus espacios de sociabilidad a fin de indagar las formas de ser, estar, y actuar como hombres.

Machos de verdad conjuga magistralmente un abordaje de las clases dominantes y la masculinidad hegemónica. Cuestiones como el gusto, la trayectoria social, el capital cultural y la herencia son abordadas juntamente a la estética de los cuerpos, el lenguaje y los códigos intra e inter-género mediante los cuales se erigen aquellos “verdaderos hombres”. La subordinación de lo femenino en un espacio de ausencia de mujeres, es un elemento que no pasa inadvertido, y su análisis completa el esquema para dilucidar las estructuras de poder que operan en ese campo, pero que asimismo se extienden fuera de él. Quien escribe el libro jugó profesionalmente al fútbol, y en el plano académico se abocó a trabajar también sobre aquel universo, otro de los espacios constructores y reproductores por excelencia de las masculinidades hegemónicas en la sociedad argentina. No constituye una referencia menor, y resultó en lo personal otra de las particularidades más atractivas de la obra, porque establece los puntos de contacto y contraposición con ese deporte que modeló buena parte de la cultura, los imaginarios y la identidad nacional. Bajo esta clave, al estudiar un deporte –en este caso al rugby- desde las ciencias sociales, Alabarces propone que “no se trata de aislar una práctica y someterla a una mirada especializada (…)”, sino más bien ofrece la posibilidad de “(…) focalizar al deporte como un punto de vista privilegiado para la reflexión crítica sobre nuestras sociedades” (Alabarces, 2000, p. 21). Esto último es lo que logra condensar la propuesta investigativa de Branz, que piensa al problema de la desigualdad en nuestras sociedades en su devenir histórico, revisando la participación del Estado y los agentes del poder político, en tanto su capacidad para producir subjetividad e intervenir en la cultura.

Sobre los estudios de género, Scott (1996), en referencia al trabajo de Davis (1976), sugería la necesidad de no trabajar solamente sobre el sexo oprimido, y haciendo una analogía con los estudios de las clases, no centrarse sólo en los sectores subalternizados; a la vez, –y pensando también en el concepto de raza- poder reconciliar y transversalizar estas categorías analíticas. Este tipo de propuestas que empezaban a esgrimirse en la década del ‘80, en un momento en que los estudios sobre género eran sinónimo de los estudios sobre “mujeres”, de acuerdo a la autora, pugnaban tanto por rechazar la interpretación de las esferas de lo masculino y lo femenino por separado, así como por no desatender el riesgo de reducir el problema de la desigualdad a las cuestiones vinculadas al sexo y la relación entre los sexos. Para algunas teóricas feministas, el estudio de temas como el poder, la familia, el trabajo, la política, entre otros, en su vínculo con los géneros demandaba superar aquellas visiones reduccionistas. En este sentido también, el trabajo que realiza Branz cobra potencialidad como contribución a los debates de género, al centrar –por qué no estratégicamente- su análisis sobre varones y las clases dominantes.

Finalmente, el libro no sólo inaugura una tradición seria de estudios sobre rugby en el país, sino también exhibe una invitación sugestiva para re-pensar las identidades masculinas que ordenan “legítimamente” el mundo de los varones en la sociedad contemporánea, a reforzar la necesidad de desarmarlas y vislumbrar las inequidades que se producen respecto de otras identidades sexo-genéricas. El reto del autor no fue menor: involucrarse y afrontar como varón –con privilegios de género y de clase- un estudio de varones que, además, pertenecen a sectores económicos privilegiados. A pesar de los cambios que están experimentando las representaciones masculinas y los estudios sobre varones -producidos por académicos varones-, problematizar el poder masculino para desarmarlo realmente, implica no desconocer y recoger los logros de las producciones académicas y del movimiento feminista, que muestran cómo las desigualdades de los géneros estructuran otras desigualdades.

Lejos de una mirada victimizante, a decir de Viveros Vigoya (2007) que ponga el acento en examinar aquello que fragiliza el poder masculino, Machos de verdad ofrece a sus lectores interrogantes profundos y reflexiones genuinas, que alientan a desnaturalizar las formas en que se administra el orden masculino dominante para seguir poniendo en jaque el ejercicio de dicho poder, tras la creencia de que existen otros modos de construir identidad de género y otros modos masculinos de ser, sentir y actuar en el mundo. En tiempos en que resulta urgente erigir nuevos sujetos que contribuyan y estén a la altura del momento histórico, desde una perspectiva de cambio social este libro constituye un aporte novedoso en tanto deviene en una declaración de que el ‘verdadero hombre no existe’.

Referencias bibliográficas

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Viveros Vigoya, M. (2002) De quebradores y cumplidores. Sobre hombres, masculinidades y relaciones de género en Colombia.CES, Universidad Nacional de Colombia-Fundación Ford-Profamilia. Bogotá.

Recepción: 06 abril 2019

Aprobación: 10 junio 2019

Publicación: 06 marzo 2020

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