Descentrada, vol. 4, nº 2, e128, septiembre 2020-febrero 2021. ISSN 2545-7284
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG)

Lectura Critica

Reseña de Falconí Trávez, D. (Ed.) (2018). Inflexión marica: Escrituras del descalabro gay en América Latina. Madrid: Egales


Departamento de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata - CONICET, Argentina

Cita recomendada: Ramallo, F. (2020). [Revisión del libro Inflexión marica: Escrituras del descalabro gay en América Latina por D. Falconí Trávez]. Descentrada, 4(2), e128. https://doi.org/10.24215/25457284e128

“La pedagogía se hace cargo de la pasión por la ignorancia”
(Luhmann, 2018, p. 55).

Para quienes leemos o intentamos leer con y desde la teoría cuir/queer en el sur, los viajes al norte suelen volverse desplazamientos para encontrarnos con los resortes de una cultura cuir/queer pública o, al menos, más visible en el constante y continuo juego de institucionalización y desinstitucionalización de sus narrativas identitarias. En el verano del sur, o en el invierno del norte, mi visita a una de las librerías LGTB de Barcelona me permitió, una vez más, encontrarme con una poderosa escritura que resuena en el corazón de la narrativa que habito como profesor e investigador. En un norte que a veces no es norte y en un sur que a veces no es sur, la editorial Egales potencializa un espacio de divulgación de un creciente corpus de textos entre la investigación y el activismo queer o LGTBI de la disidencia sexual.

Estos textos suelen interesarme y, aún más, me atrapó el libro en cuestión. En el estudio de las sexualidades, las corporalidades y las afectaciones en la educación, más que como contenidos, estas dimensiones me interesan por sus potencialidades epistemológicas (y éticas) para perforar el territorio disciplinar de la pedagogía. Deviene central, en mi pesquisa, preguntarme por cómo la empresa científica, en la representación de estas temáticas y saberes, aniquila o posibilita sentidos vitales para lo que es investigar y de lo que debemos esperar de esta empresa. Y es aquí en donde propongo detenerme, parcialmente, en una primera persona para comentar su maculada lectura.

Formalmente el texto inicia con una escritura, en la que queda representado cómo el significante “gay” ha ido variando su significado al ser puesto en circulación por diversas personas y comunidades en diferentes contextos. Las homonormatividades en cuestión y el enunciar “sudaka” articulan una fuerte crítica a una identidad globalizante con corte neo-liberal/colonial y a la (im)posibilidad de pensar una América Latina uniforme desde la política sexual.1 Las genealogías alternativas –sobre todo en relación a aquellas más hegemónicas-, los dispositivos más eficaces para reposicionar la disidencia sexual en la región, las lógicas “propias” de la etiqueta gay, la emancipación de los cuerpos locales -más allá del romanticismo y en su potencialidad histórica-, hacen de la “inflexión marica” y el “descalabro gay” una reflexión estratégica, desde un ejercicio arriesgado de escritura, para dar abrigo político a ciertas corporalidades.

Luego de la presentación de Diego Falconí Trávez, en la primera parte “Antes del gay: Letras sexo-disidentes tempranas en América Latina” se realiza un análisis contragenealógico de la resistencia a las identidades gay en el norte a partir de cuatro contribuciones. La “analidad latinoamericana” que elabora Joseph Pierce, ataca la narrativa lineal de la modernidad desde el lenguaje corporal entre las voces médicas del siglo XIX y la literatura gay y trans en el siglo XX. Alejandra Vela Martínez recoge las tarjetas postales entre una constelación de locas, latinas y migradas (personificadas en Sarduy, Arenas y Puig). Mariano López Seoane en “amistades queer” recompone un modo de agenciamiento entre mujeres fuertes y hombres maricas. Javier Gasparri estudia al Néstor Perlongher de sus escritos en El Porteño, en la voz de una de las voces teóricas y literarias maricas más estratégicas del continente.

La segunda parte “Transculturaciones, reapropiaciones y negaciones de la etiqueta gay desde el sur” descentra cómo se reconstruye, deconstruye y destruye la cultura gay a partir de diferentes acercamientos teóricos de investigadores latinoamericanos. Alberto Canesco y Eduardo Mattio en “¿Fracaso gay? Notas para una crítica de las gramáticas del éxito sexo-afectivo” interpelan las nociones de felicidad y de éxito vinculadas a las prácticas afectivas gay del mundo contemporáneo. Mauricio List Reyes en “Gay a la mexicana”, ayuda a entender qué hace que una palabra productora de subjetividad tan marcada por la clase siga generando posibilidades agentivas y de defensa de derechos humanos. Emerson Martins, María Juracy y Adriano Beiras se preguntan por las homonormatividades en ciudades pequeñas del sur de Brasil, a partir de entrevistas analizadas por los presupuestos foucaultianos de discursividad del poder y del cuidado propio. Nicolás Cuello y Lucas Morgan Disalvo en “Disonancia sexual: formas de imaginación punk interrumpiendo la asimilación gay” reconocen alianzas políticas y creativas y cinismos progresistas. Yos (erchxs) Piña Narváez en “Estx cuerpx otrx. De narrativas Parchitas no heterocomplaciente y de fabulaciones (de)coloniales”, trae una investigación en primera persona desde su negritud marica caribeña. Martín De Mauro en “Chongos a la deriva” confronta la gramática normalizadora gay a partir de los taxi boys –o prostitutos masculinos- que profanan los estragos sociales de la neoliberalización. Finalmente, Diego Falconi en “Desaprender a ser gay: De-colón-izaciones maricas para América Latina”, proyecta un ensayo teórico protagonizado por la figura de Colón en relación a las identidades dominantes gays en el contexto español/catalán.

En la tercera parte “Desde el activismo y el arte: susurros, voces, gritos en contra de las normatividades gay”, se desplazan una serie de testimonios (auto)biográficos. Fernando Us en “De lo contrario, en contra de volver y perderme”, María Galindo en “Gorda, Libre, Boliviana y Terca; es decir GLBT”, Ricardo Luna en “Crónica de una vida con VIH”, Gaspar Sánchez en “Texto de la resistencia lenca: un testimonio indígena y gay”, Guz Guevara en “No me lo tomes a mal: Una década rodando por el antro gay”, Jorge Díaz y Johan Mijail en “Inflamadas de retórica: escrituras promiscuas para una tecno-decolonialidad” y Kelly Perneth en “Cavidades fijas: género-ironizando agujeros lésbicos” encarnan intersecciones corporales que estallan cualquier estabilidad sobre las identidades sexuales desde una encarnación del sur.

Hacia el final, la cuarta parte, procede aún un poco más. El salto de Lawrence La Fountain-Stokes en “Preludio en boricua patas-atrás (pequeño cuento de hadas)”, Pablo Fernández Rojas en “Piquero” y Alexander Obando en “Sangre de amor correspondido” en sus prosas permiten nombrar lo innombrado. Sus contribuciones articulan, niegan y reinvierten la ficcionalidad del texto.

En la interminable inestabilidad de las prácticas de la lectura y con la intención de intertextualidad que encarna la cita inicial, la pedagoga del norte nos pregunta ¿cómo se insertan lxs lectorxs en el texto?, ¿qué tipo de identificaciones se ponen en juego en este proceso?, ¿qué estructura estas identificaciones?, ¿cómo se hacen posibles estas identificaciones, ¿qué las impide? y, finalmente, ¿qué hace (im)posible el aprendizaje? (Luhmann, 2018, p. 54). Lejos de responder estos interrogantes, además del incalculable valor testimonial y epistemológico del texto, retornamos a la pedagogía o una lectura pedagógica cuir/queer para valorar a la ignorancia, no como lo opuesto del conocimiento sino como oposición del saber.

Como ignorancia este libro devuelve una dignidad no romántica, entre los riesgos de la asimilación y el peligro de su inclusión. Nombra y asume una potestad discursiva, que afirma que podemos volver a nombrar el mundo (o los mundos, como solemos decir en el sur). Y más extenso que el sentido freireano de la toma de la palabra, estalla la sistematicidad del contrato social que representa el lenguaje. Se entreteje aquí una crítica, en la que queda claro cómo cada vez que nos pensamos gay -además de componer o descomponer el modelo productivo y afectivo capitalista y moderno al que está asociado- olvidamos quizás lo más profundo de su enunciación. Asumirse gay (capitalista/moderno) es entonces, no sólo reproducir la norma (hetero y homonormativa) sino también desconocer, aniquilar y obviar nuestra propia potencialidad política.

Y aquí la pedagogía demanda un devenir textual. Si bien volver a la palabra escrita se vuelve efectivamente central en este libro, tal como explícitamente se remarca “como posibilidad creativa para intentar posicionarse en contra del heteropatriarcado” (Falconí Trávez, p. 14), acaece una petición, quizás injusta: una pedagogía sudaka del inconstante gay. Junto a esta suerte, la pedagogía no como disciplina sino como una vieja y nómade narrativa para con-vivir -al mismo tiempo espacial y temporal-, problematiza la realidad del aquí-ahora. Más que de establecer genealogías u orígenes (ontológicos, epistemológicos, éticos, políticos y pedagógicos), el desafío del inestimable valor de estos textos es también el de hablar de los “derechos de las diferencias”. Estos derechos deben ser entendidos como aquellos comunes a todos: al cuidado, la alimentación, la salud, la sexualidad, el agua y la tierra, entre otros.

También mi lectura resalta otra cualidad, a medias tintas, de este libro: volverse una escritura nómade. Fluida, recursiva, humilde, parcial y fragmentaria, como condición de un saber provisional. A modo de apunte, más que de una profundización científica-académica sobre este tema, la (im)posibilidad de su fluidez proyecta un lenguaje necesariamente cambiante, en la condición nómade del conocimiento (Braidotti, 2015).

Mis lecturas sobre las sexualidades, las corporalidades y las afectaciones, a veces me enojan y otras me llenan de entusiasmo. El libro que con tanto cuidado y cariño compiló Diego Falconí Trávez, entonces, tiene como mérito desplazarse a este plano alegre. Tiene la virtud de hacerme leer, hablar y sentir pedagógicamente mi primera persona. Esta vez ya no más neutral, sino habitando las renuncias que la enraízan a mi lugar y la situación de mi propia cognición. En su trama - sobre todo en la tercera y cuarta parte- aparecen el abandono de la objetividad y la neutralidad, el rechazo a la pretensión de generalidad y totalidad, y la enunciación que se niega a distinguir al investigador/narrador de los demás sujetos de una investigación (excepto por su intención de movilizar procesos de construcción de conocimientos válidos para una determinada comunidad). Sin embargo, queda pendiente la pregunta -nunca separada o abstraída de nuestra condición sensible- sobre el afectar de los relatos.

Entre el orgullo y la vergüenza, lo leo con mi cuerpo y con los extremos de mi vida. Y reconozco en él una contribución explosiva y expansiva que performativamente disputa lo parcial de la propia colonialidad de su saber. Su enunciación desde el sur, desde lo sures en plurales, afloran en esta garantía de la complicidad frente al descalabro y las veintidós partes que lo componen lo hacen desafiante. Un relato escrito a no menos de veinticinco manos, secuenciado en cuatro partes que, desde el principio hasta el final, es una bocanada de fuego.

Como gesto pedagógico de su lectura, este texto nos propone abandonar -como ejercicio parcial e interminable- la autoarrogancia del saber científico, delimitando intenciones que quedan siempre a la escucha de otros modos posibles, en un ampliar de horizontes para habitar un saber más sensible con la vida humana. Sin embargo, también advertimos en él la toma de consciencia del sitio de poder y de la continuidad civilizatoria y normalizadora que estas instancias aún promueven, y de la cual poco escapamos. Entre apropiaciones debidas e indebidas, descomponemos una intención que deviene central en lo que creemos legítimo de compartir desde el doloroso y amable contexto docente e investigativo que habitamos. Nos hace gritar como manera de descomponer gestos e ideas para trascender y profundizar la pura teorización de la palabra, en una escritura que sitúa la discusión epistemológica - y para nosotros esencialmente pedagógica- en el con-vivir.

Este libro es digno de hacerlo estallar, de pintarlo con acuarelas –como yo pinte el mío-, de marcarlo, de escribirlo y sobre todo de prestarlo. Y, en mi caso, prestarlo sin perderle el rastro, porque aún me continúa interpelando. Seguramente mañana, una vez más, pisando mi sur con el intento de una pedagogía sudaka, siga tejiendo conversaciones en él. O, más aún, quizás mañana pueda llegar –a pesar de su conocimiento blanco y capitalismo editorial- a la mano de poderosxs lectorxs. Quizás hasta sea interesante para reverberar -ya no como los espejitos de colores- los cuerpos de nuestrxs lectorxs indígenas y negros, que han escapado tanto tiempo del mundo estabilizado y han conversado tejiendo una red vital en su lucha por la vida.

Referencias

Bradotti, R. (2015). Lo posthumano. Barcelona: Gedisa.

Luhmann, S. (2018). ¿Cuirizar/cuestionar la pedagogía? O, la pedagogía es una cosa bastante cuir. En Herczeg, G y Adelstein, G (traductoras). Pedagogías transgresoras. Santa Fe: Bocavulvaria.

Notas

1 La palabra “Sudaka” designa uno de los modos más habituales de nombrar despectivamente a los migrantes de América del sur en el primer mundo.

Recepción: 11 abril 2019

Aprobación: 30 septiembre 2019

Publicación: 04 septiembre 2020

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