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Hoy el diario (sí) hablaba de ti y de mí. El correo de lectoras en las secciones femeninas de La Capital (Rosario, 1935-1936)
Resumen: Las secciones femeninas de los diarios y revistas se multiplicaron en las décadas de 1920 y 1930. Las mujeres, lejos de limitarse a las temáticas de estas columnas centradas mayormente en la domesticidad, capitalizaron estos espacios. En el presente artículo, desde la historia de mujeres en perspectiva de género y desde un registro cultural, nos ocupamos de estudiar esta práctica en un caso particular: la sección Adornos para la mujer y el hogar, del diario La Capital de la ciudad de Rosario. Resulta interesante estudiar cómo en un diario dirigido originariamente a los varones burgueses, paulatinamente, las mujeres comenzaron a cobrar protagonismo a partir de una sección en particular que se construyó en base al correo de lectoras. Este específico intercambio epistolar, les permitió participar de la arena pública, tejer lazos de sociabilidad con otras mujeres y, además, encontrar algún tipo de respuesta a sus inquietudes sobre el amor, el cuerpo, la sexualidad o hasta la violencia; tópicos del orden de lo íntimo o, incluso, considerados tabú.
Palabras clave: Prensa, Cartas, Mujeres, Espacio público, Sociabilidad.
Today the newspaper did talk about you and me. The reader’s mail in women’s sections in La Capital (Rosario, 1935-1936)
Abstract: Women's sections in newspapers and magazines increased during the 1920s and 1930s. Women, far from confining themselves to the themes of these columns mainly focused on domesticity, capitalized on these spaces. Through a gender perspective in women’s history and usinga cultural lens, in this article, we focus on studying this practice in a particular case, the newspaper La Capital from the city of Rosario. It is interesting to study how, in a newspaper originally aimed at bourgeois men, women gradually began to take center stage through a particular section built on readers' letters. This particular epistolary exchange allowed women to participate in the public arena, weave social ties with other women, and also find some sort of response to their concerns about love, their own bodies, sexuality, or even violence; topics related to the intimate realm or even considered taboo.
Keywords: Press, Letters, Women, Public sphere, Sociability.
1. Introducción
En el presente escrito analizaremos una sección del diario rosarino La Capital, titulada Adornos para el hogar y la mujer, publicada semanalmente los domingos, entre 1935 y 1936. Aunque la columna se orientaba, según su propio título, a las labores domésticas, rápidamente vio rebasado su propósito original cuando las mujeres (y a veces los varones) consultaron en el espacio abierto para el correo sobre temáticas francamente diversas, como las relaciones románticas, la amistad, el cuerpo o la sexualidad.
Los correos de lectores habilitaban la comunicación epistolar entre los medios de prensa gráfica como diarios y revistas y las personas que consumían su contenido, usualmente, bajo la publicación de su mensaje, o bien, de la respuesta a él. Aunque podían adoptar diferentes formatos, en el caso que nos convoca, nos enfocamos en el intercambio entre las lectoras -y a veces lectores- con las responsables de las secciones femeninas de la prensa.
Este tipo específico de intercambio epistolar mediatizado por la prensa propició la investigación por parte de diferentes investigadoras previamente. María Isabel Baldasarre, en su libro Bien Vestidos, una historia visual de la moda en Buenos Aires 1870-1914, señala como ya este formato estaba presente desde fines del siglo XIX. Allí analiza cómo, por ejemplo, la sección Preguntas y respuestas de la revista femenina La columna del hogar (1899-1903) era una oportunidad para que las mujeres pidieran asesoramiento sobre los temas diversos como confecciones, duración del luto, recetas de cocina, consejos de belleza, prácticas sociales, reglas de cortesía y también situaciones de maltrato y abandono por parte de sus maridos (Baldasarre, 2022, p. 160).
Dentro de la pluralidad de temas, las preocupaciones sentimentales tuvieron una importancia mayor relativa. Como indicó Paula Bontempo (2011), el correo de lectoras fue una de las formas en que las mujeres pudieron hacer públicas sus inquietudes en cuanto al amor, las relaciones, los conflictos, los deseos y la sexualidad, en un contexto donde el diálogo y el conocimiento sobre esos temas estaba fuertemente censurado y donde el imaginario se nutría especialmente a partir de narraciones sentimentales como los folletines y otros productos de la cultura de masas. Los discursos presentes en las novelas, las películas y las letras de tango, como lo muestran numerosos estudios, actuaban a modo de advertencias sobre los peligros que acarreaba para las mujeres desobedecer los mandatos de la moral sexual imperante. Estos podían ser la ruina, el abandono, la corrupción, la enfermedad o incluso la muerte.
En este sentido, las responsables de las secciones que recibían las misivas de las lectoras, fueron ejemplificadoras y encarnaron el discurso autorizado de la publicación en la que se encontraban, dando mensajes pedagógicos y prescriptivos a las lectoras, adoptando asiduamente el lugar de voz autorizada y maternal. Es por ello que Paula Caldo (2011) puntualizó en cómo el correo de lectoras también sirvió para educar sensibilidades, es decir, no sólo formas de sentir que fueron generizadas, sino también para direccionar las formas de vincularse entre varones y mujeres. Cynthia Lazarte (2022), por su parte, considera que quienes escribían sobre emociones y sentimientos en el correo de lectores creaban un espacio público, en el sentido de establecer un tema que atraía un interés general, y que les permitía agenciarse y fluir entre el terreno de lo privado y el de lo público.
Nuestro trabajo se inscribe en el campo de estos estudios previos, pero busca unir la perspectiva de género y la de la sociabilidad. Nuestra hipótesis central es la de considerar el diario como un espacio de sociabilidad en sí mismo. Con esto queremos decir que esto permitió el agenciamiento, la participación en el espacio público y el reconocimiento en función de unos saberes, pero también de unos intereses, que configuraban una posición identitaria.
Como parte de un trabajo más amplio, titulado Género, sociabilidad femenina y consumo. Rosario, 1919-1939, que se abocó al estudio de las prácticas de sociabilidad de las mujeres burguesas rosarinas, hemos demostrado cómo la escritura fue una práctica de sociabilidad incluso para mujeres alejadas de las profesiones estrictamente vinculadas a la lectoescritura. Las participaciones en revistas institucionales y concursos literarios y las columnas de los magazines y diarios, que habilitaban a que las lectoras pudieran comunicarse, fueron espacios donde las mujeres construyeron un posicionamiento de género y de clase. En este caso, el canal de comunicación que significó el correo de lectoras les permitía participar de las publicaciones que leían, interactuar con las o los responsables de las secciones y, finalmente, aunque fuera de modo marginal y bajo modalidades específicas, ser publicadas en las páginas de los diarios y revistas.
Es así que entendemos este ejercicio como práctica de sociabilidad de las mujeres de sectores no necesariamente dominantes, porque fue una forma bastante popular y ciertamente accesible - comparada con otras prácticas de escritura y publicación- para que las mujeres participaran del espacio público delineado en el papel, fueran leídas, dieran sus opiniones, volcaran sus preguntas, adquirieran productos y se contactaran con otras mujeres muchas veces muy distantes geográficamente. Mayoritariamente, el correo de lectoras permitía relaciones unilaterales de la responsable de la sección o publicación a la que se dirigía la correspondencia con las mujeres que escribían desde sus hogares pero, en otros casos, permitió reforzar relaciones de amistad cuando ellas se reunían para escribir al diario y, asimismo, crear un entre-mujeres, consustanciado en el reconocimiento de intereses y saberes pero, también, de dudas y problemáticas comunes.
Por otra parte, creemos que el análisis de la sección Adornos para la mujer y el hogar es interesante para abonar las discusiones teóricas sobre el ideal de domesticidad, de feminidad y la compleja noción de “mujer moderna”. Específicamente, porque pesquisamos la segunda mitad de la década de 1930, momento que coincide con el final de una periodización más general que abarca las décadas del 20 y 30, donde pueden situarse importantes transformaciones vinculadas a las mujeres, desde su situación legal, su presencia en el espacio urbano y el mercado laboral, hasta las representaciones sociales en torno a ellas.
Además del abordaje de categorías como las nombradas, buscamos reflexionar también sobre los rasgos específicos de nuestro corpus. En este caso, nos encontramos frente a la particularidad de mensajes de naturaleza epistolar que son publicados en un diario de tirada masiva, a fin de construir una columna femenina orientada, al menos nominalmente, a las labores domésticas. Aquí, siguiendo la clasificación de Bajtín (2012 [1979]), vemos que un género discursivo primario, la carta, es absorbido por uno secundario, el diario. Este nuevo enunciado, de carácter periodístico, tiene mayor distancia con la realidad y con los enunciados reales de otros. No podemos acceder a la individualidad del discurso de cada una de las mujeres que envían sus cartas y, cuando estos son incluidos en el diario, forman parte de un discurso más complejo que se adapta a las reglas del formato editorial. Además, se funden en un enunciado cuya emisora única aparece como la responsable de la sección aunque, en realidad, más personas vinculadas a la edición y la publicación intervinieran en la versión final del texto. Por ello, como género secundario, la columna femenina recrea algunas de las características de lo epistolar, pero las combina con el formato de la prensa de la época, especialmente, de aquella dirigida a mujeres.
Para abordar las líneas que señalamos en esta introducción, el artículo se organiza de la siguiente manera: primero, un apartado sobre las características de la prensa de la primera mitad del siglo XX y la situación en Rosario. Luego, nos centraremos en la descripción general de la columna que es nuestro referente empírico para, más tarde abordar los temas que aparecen en ella: el amor romántico, la amistad femenina, la intervención del cuerpo y el problema de la mujer moderna.
Hipotetizamos respecto a estos tópicos que, si bien la columna contribuía a un ideal de mujer doméstica que se ocupaba e interesaba en labores del hogar y que mantenía una posición de subordinación hacia otro casi siempre masculino, mostró también nuevas posibilidades para las mujeres. La separación podía ser una opción; la amistad femenina y el trabajo por fuera del hogar, aunque se presentaban con recelos, parecían formar parte de un nuevo estado de cosas difícil de revertir. Una “modernidad” que, más que romper radicalmente con aquello considerado anterior, incorporaba nuevos elementos y los mixturaba (de forma contradictoria y ambigua) con cierta tradición anterior, atenuando su potencial disruptivo.
2. La prensa en los inicios del siglo XX
En las primeras décadas del siglo XX, los productos del mercado editorial, como los diarios y revistas, afrontaron una serie de transformaciones vinculadas a la expansión del mercado, el advenimiento de una sociedad de consumo y el surgimiento de la cultura de masas. Esto supuso para la prensa configurarse como producto comercial y popular de amplia circulación, que debió cubrir cada vez más aspectos y ampliar su gama de secciones, incorporando deportes, cine, crónicas policiales, humor y secciones femeninas para llegar a una mayor cantidad de consumidores. De esta forma, los diarios y editoriales se convirtieron en grandes empresas que manejaban importantes presupuestos y contaban con un número significativo de personas contratadas (Mauro, 2016). El modelo por suscripciones utilizado en décadas anteriores perdió popularidad frente a la inclusión de publicidad y los acuerdos con anunciantes como forma principal de financiamiento (Rocchi, 1999).
En cuanto a la reconfiguración de la estructura interna, no sólo se incorporaron avisos publicitarios, sino que se delineó un nuevo público objetivo. Las mujeres ocuparon un lugar central dentro de estas redefiniciones, se las reconoció como un público valioso y sensible a los anuncios y comenzaron a estar incluidas de diversas formas: columnas o secciones femeninas en los diarios de gran tirada, una enorme presencia visual en las revistas ilustradas repletas de dibujos y fotografías de ellas o, incluso, publicaciones exclusivamente destinadas al público femenino. Lentamente, además de ser incluidas en tanto receptoras, se abrieron espacios de autoría femenina que les permitieron publicar textos y producciones artísticas.
En Rosario, la circulación de publicaciones locales y nacionales, con énfasis en las de Buenos Aires, era amplia desde el siglo XIX. Apenas comenzado el siglo XX, la cantidad y variedad era significativa y no hizo más que aumentar en décadas posteriores, mostrando un clima cultural de época, a la par de las posibilidades de un mercado en expansión. El catálogo de publicaciones periódicas existentes en las hemerotecas de la ciudad de Rosario realizado por Humberto Fossati (2019) permite constatar que, más allá de las posibles donaciones o préstamos de fondos documentales y archivos privados, no sólo existió una enorme circulación de periódicos, boletines y semanarios editados en otras ciudades u otros países, sino que en la ciudad se originaron una enorme cantidad de publicaciones de lo más diversas. En las primeras décadas del siglo XX se pueden encontrar periódicos agraristas, anarquistas, comunistas, radicales, demócratas, católicos, nacionalistas, culturales, de pequeños propietarios rurales, de las principales comunidades de inmigrantes, publicaciones vecinales, sindicales, educativas, institucionales, satíricas, deportivas y estudiantiles. Algunas de ellas tuvieron una vida un tanto efímera, pero otras se mantuvieron en el tiempo. La ausencia más llamativa es la de publicaciones dirigidas a mujeres. Al menos hasta finales de la década de 1930, Rosario no contaba con ninguna publicación o revista exclusivamente femenina como sí existía, por ejemplo, en Buenos Aires con los conocidos títulos como Para Ti o El Hogar.
Las revistas fueron las protagonistas de la mayoría de las investigaciones que se han realizado localmente.1 Desde distintos enfoques y problemáticas, estos trabajos han puntualizado en la burguesía local, gestora cultural y protagonista indiscutida de gran parte de las publicaciones de principios del siglo XX que, en muchos casos, espejaban a nivel local el formato editorial de la oferta de Buenos Aires, como el caso del semanario Monos y Monadas, que explícitamente buscaba ser la Caras y Caretas rosarina.
El diario más antiguo del país aún en circulación, que surgió en Rosario en 1867, no fue la excepción a la ebullición y transformación del mercado periodístico y editorial del período. La Capital se había configurado como vocero de la burguesía local y representaba un discurso autorizado que, independientemente del Estado, contribuía a la creación de un espacio urbano que buscaba disimular el conflicto social bajo la lógica de los sectores dominantes (Eujanian y San Román, 1993; Cesaretti y Pagni, 2008).
Aunque su contenido estaba originariamente destinado al público masculino, al que se le atribuían intereses vinculados a la esfera pública, como el caso de la política local, nacional e internacional, a partir de la década de 1920, las mujeres comenzaron a aparecer cada vez más entre sus páginas, aunque lo hicieron bajo una lógica de separación del contenido. La política, la actualidad, la economía, los policiales eran terreno para la lectura masculina y a las mujeres les restaban las secciones de moda y labores domésticas pero, también, las columnas de eventos sociales (Pulido, 2021). Más allá de esta división, este contenido cobra mayor importancia en tanto no existían, como ya mencionamos, publicaciones destinadas específicamente para mujeres.
Entendemos que, no sólo la prensa periódica fue fundamental en la concreción de las identidades ciudadanas y de género (Caldo, 2013), sino que también encarnó las tensiones entre lo público, lo privado y lo doméstico, asociando las mujeres a este último plano. Bajo esta lógica, el ámbito privilegiado de las mujeres era el del hogar, sus funciones naturales la maternidad y el cuidado y, si recibían educación, ésta debía prepararlas para asumir tempranamente el rol de esposas, madres y amas de casa. Cualquier proyección en la vida pública era una extensión de aquellas funciones que habían sido asignadas puertas adentro del hogar (Serna y Pons, 1994; Murillo, 1996).
En este sentido, La Capital reproducía este esquema desde un discurso socialmente valorado y, aún en el espacio público del diario, otorgaba a las mujeres el rol de la domesticidad. Entendida no sólo como la realización de tareas del hogar sino, de forma más amplia, como la dedicación hacia otros y otras, no sólo en el ámbito familiar, ya que las mujeres debían ejercer sus tareas de cuidado también como “madres sociales” ayudando a los menos favorecidos, como los niños y niñas expósitos. Así, las columnas de consejos sobre las tareas del hogar coexistían de forma coherente con la amplia atención dada, por ejemplo, a las actividades de beneficencia femenina realizadas a través de importantes asociaciones.2
Sin embargo, más allá de los mensajes prescriptivos, las secciones femeninas del periódico tenían una importancia creciente y posibilitaron que las mujeres participaran significativamente en ellas: hubo escritoras, poetas, dibujantes, periodistas, educadoras, profesoras de labores y ecónomas en las páginas de La Capital.
Los materiales de lectura que se pusieron a disposición de las lectoras o se etiquetaron como contenido femenino fueron variados: columnas femeninas de moda y belleza, secciones de labores de costura y artesanías, recetas de cocina, relatos y poemas, notas de opinión, crónicas sociales, reseñas de obras, películas y libros. Por supuesto, es probable que las mujeres que pudieran acceder al periódico leyeran el resto del contenido, aunque los editores no lo consideraran propio de su condición de género. Evidentemente, la recepción de estos escritos no fue pasiva y, de hecho, las publicaciones en tanto mercancías estaban atentas a su público objetivo, pues su existencia dependía, finalmente, de las ventas.
Uno de los espacios que nos permite reconstruir (al menos por secciones) parte de la recepción de la prensa dirigida a mujeres y, además, acceder a las inquietudes de ellas fue, precisamente, el correo de lectoras.
3. Adornos para la mujer y el hogar
Como antecedente directo de la sección que nos convoca, y que ya delineaba algunas de las características que se encontrarían algunos años más tarde, podemos señalar a la Página de la mujer y el hogar, publicada en La Capital durante la década del 20.
Esta columna incluyó, esporádicamente, un pequeño segmento titulado Contestando donde Madame Dafné –su responsable– interactuaba con sus lectoras. A tono con la sección, muchas de las consultas eran sobre moda o belleza, aunque a veces la responsable respondía sobre otros temas, como el amor o las relaciones.
El uso de iniciales o seudónimos, que valía tanto para las lectoras como para la responsable de la sección que tampoco revelaba su verdadero nombre,3 daba un aura de secreto y misterio. Lo mismo para las respuestas de Madame Dafné, que tampoco permitían reconstruir completamente la pregunta original, aunque sí hacerse una idea de ésta. Los seudónimos elegidos parecían dar cuenta de un gran interés en obtener una respuesta, como en el caso de “Desesperada” o “Suscriptora Ignorante D.” (La Capital, 9 de febrero de 1929, p.14). No obstante, la columna Contestando tenía una importancia marginal dentro de esta sección femenina: no aparecía en todas sus ediciones y, cuando lo hacía, sólo se respondían unas pocas consultas de forma breve, haciendo hincapié en aquellas que solicitaban consejos de belleza o domésticos.
Esto cambiaría unos años más tarde cuando, al promediar la década de 1930, una de las nuevas páginas femeninas del diario se construyera en su totalidad en base a respuestas al correo de lectoras.
La sección en la que se centra nuestro análisis fue variando ligeramente el nombre (Adornos para la mujer y el hogar, Vistosos adornos para el hogar y la mujer, Adornos para la mujer el hogar y el niño) y se conformó a partir de las respuestas de la Profesora Susi a sus lectoras. Se estructuraba de la siguiente manera: unas breves líneas de presentación, respuestas a las lectoras que podían ser entre diez y veinte, e imágenes que ilustraban los consejos de moda y labores que les había dado en las contestaciones.
Por supuesto, los mensajes intercambiados en el correo de lectoras tuvieron ciertas características específicas. Si bien algunos formatos admitían la simple opinión o contribución, generalmente, se adecuaron a un esquema de pregunta y respuesta. Al estar dentro del género epistolar en sentido amplio, también mostraron caracteres propios de la escritura de cartas y exhibieron muchas de las tensiones propias de este tipo de escritos que pueden, según Bouvet (2006), analizarse en términos de pares de oposiciones como privado/público, presencia/ausencia y realidad/ficción. El juego entre lo privado y lo público se hace evidente por cuanto muchas de las consultas del correo de lectoras son inquietudes sentimentales, vinculadas a la intimidad. Por ello, las mujeres –y probablemente también algunos varones– escribieron bajo seudónimos. No obstante, su consulta o, al menos, la respuesta a ella fue de dominio público al formar parte de un nuevo enunciado.
La presencia y la ausencia pueden observarse, no sólo porque la escritura de una carta al correo de lectoras significaba la ausencia de la destinataria4 -probablemente la encargada de la sección a la que no se puede consultar de forma presencial- si no porque, muchas veces, al publicar sólo la respuesta a la consulta, daba la posibilidad de la ausencia y, fundamentalmente, el secreto de las mujeres que escribían.
Los límites entre realidad y ficción, además, se volvían sumamente lábiles, no sólo porque la ausencia del destinatario remite siempre a la invención y la recreación de quién escribe si no, también, porque el conocimiento de que los mensajes enviados serían, de una u otra manera, publicados permite pensar en una necesaria operación de ficcionalización de ciertos hechos que son representados para que la destinataria emita una opinión y dé su consejo.
Aunque el tema de la sección fueran los adornos y Susi se concentrara en explicar a sus lectoras bordado, tejido, costura o la realización de pequeños muebles, sus suscriptoras desbordaron ampliamente la temática y la consultaron también por belleza, moda, estética, asuntos del corazón e, incluso, problemas médicos propios o de familiares. En algunas ocasiones, excedida por el tipo de preguntas, la profesora pidió que consultaran a un profesional o recomendó a uno y, algunas veces, les dijo a sus lectoras que no podía responder sus inquietudes dentro de la columna y les dio una dirección para que escribieran en forma privada.
En este sentido, la columna era una mixtura entre las secciones femeninas de labores, el consultorio sentimental y el correo de lectores. Al igual que la propuesta de otras publicaciones femeninas, utilizaba el formato epistolar como disparador de su contenido (Caldo, 2011), no obstante, el énfasis en la temática del amor y la pareja la asociaban a los consultorios sentimentales (Bontempo, 2011) y, si bien las lectoras se dirigían a la responsable, más que buscar una respuesta en otras y otros lectores, como sí lo hacían en secciones autónomas de correo de lectores de otras publicaciones (Lazarte, 2022), también es cierto que en el análisis revela que las mujeres trazaban lazos entre ellas cuando escribían.
También exhibía diferencias respecto a su antecedente inmediato en La Capital, es decir, la columna de Madame Dafné. Específicamente, en la relación epistolar de Susi con sus lectoras el cambio era notable, no sólo por la cantidad de consultas, sino por el tono con el que eran respondidas. Susi entablaba un vínculo con sus lectoras de gran cercanía. En una oportunidad, respondió: “Señora mía, doy a Vd. las gracias y nunca dude de mí, para mí todas las lectoras de LA CAPITAL son mis amigas” (La Capital, 22 de septiembre de 1935, p.18. En mayúsculas en el original). Unos meses más tarde también pudo leerse: “Siempre triste - ¿Por qué, amiga mía está usted siempre triste, si tantas hay que me mandan decir que me tienen a mí? Entonces nada de cosas tristes” (La Capital, 02 de febrero de 1936, s/p). La profesora se presentaba como amiga, confidente y consejera sabia, lo que no es menor si consideramos que es posible que muchas mujeres, inmersas en la domesticidad, tuvieran escaso tiempo para tener estas charlas con amigas o que, incluso teniéndolo, no hablaran de ciertos temas considerados tabú y, además, dentro de un contexto más general donde muchos discursos se erigían en contra de las amistades femeninas.5
Otra novedad en esta sección femenina fue que las mujeres se juntaban para escribir al periódico. Así, en numerosas ocasiones, pudo encontrarse referencia a cartas firmadas por dos o incluso tres mujeres: “Carmencita y Lirio del Valle”, “Lidy y Margarita”, “Mónica y Rosario”, “Martha y Mecha”, “Adela, Porota y Chela”, “Leila, Ramona y Mirka”. Esto da cuenta de vínculos que se reforzaban en torno a la lectura del periódico. Mujeres que podían leer juntas el diario o que, luego de la lectura individual, se encontraban para escribir sus consultas y remitirlas por correo y que, como prueban las constantes disculpas de la profesora que prometía responder pronto, esperaban ansiosas encontrar sus respuestas en la siguiente edición.
Junto a la mayoría de los seudónimos a los que iba contestando, Susi agregaba entre paréntesis el lugar de dónde provenía la consulta, lo que permite reconstruir una extensa red de lectura y escritura. Sus suscriptoras enviaron misivas evidentemente desde Rosario, pero también desde ciudades y provincias que podían estar muy distantes o incluso en países vecinos.
La propia Susi no se radicaba en Rosario y pedía que le escribieran a una dirección en Buenos Aires. De esta manera, la columna femenina podía poner en contacto a mujeres de latitudes muy distantes y con realidades heterogéneas. No obstante, debemos advertir que el diario La Capital tenía una fuerte impronta local que irradiaba a otras localidades de la provincia, pero estaba lejos de constituir un medio nacional.6 En este sentido, podemos pensar el mapa presentado en la Figura 1, que expone una red desde la ciudad de Rosario, en términos de lo que Elizabeth Jelin (2022, p. 62) considera un “centro descentrado” desde el cual mirar las relaciones que se tejen en el espacio y se desarrollan en el tiempo. En este centro descentrado, la historia, más que la historia de las instituciones, es la historia de flujos y redes, de personas, de vínculos políticos, de intereses económicos y también de lazos familiares. Esta concepción nos permite pensar los tránsitos y flujos que la columna Adornos para el hogar refleja, uniendo a Rosario con la capital del país por medio de su propia responsable editorial, y mostrando contactos con otros puntos, probablemente, a través del desplazamiento de las propias lectoras antes que de una distribución orquestada desde el diario.
En este sentido, la columna también contribuyó a crear una red de consumos que superaba ampliamente lo local y la adquisición del periódico en sí, y que se enfocaba principalmente en consumos inmateriales como la moda pero que, también, daba lugar al intercambio de materiales o elementos que Susi proveía a sus lectoras. Con el correspondiente pago, la profesora podía remitir hilos para labores si la suscriptora no conseguía en su localidad y, luego, también fue responsable de enviarles muestras de productos cosméticos y de hacer de intermediaria entre sus lectoras y “el instituto” que proveía estos elementos de belleza.
4. El peso del amor romántico y la desconfianza en la amistad
Como dijimos antes, las consultas realizadas a Susi superaron por mucho el plano de las labores domésticas o los consejos de moda. El tópico del amor y la pareja fue central en la columna Adornos para la mujer y el hogar. Esto no era una novedad en tanto los folletos (Lobato, 2011), las novelas de entrega semanal (Sarlo, 2011), los consultorios sentimentales y los correos de lectores de las revistas (Bontempo, 2011; Lazarte, 2022) puntualizaban en el amor y en otras emociones vinculadas a él como la felicidad, la tristeza, el sentimiento de abandono o de traición, la indecisión o la rebeldía.
En tanto confidente, las lectoras confiaron a la profesora situaciones vinculadas con los afectos y la sexualidad y pidieron su consejo. Aunque no sabemos lo explícito de las consultas, pues las respuestas supieron mantener cierto grado de secreto o de velo, podemos inferir apenas infidelidades, situaciones de violencia o preguntas vinculadas a los deseos y el sexo. En tanto discursos sobre el género, las respuestas nos presentan un interés específico, especialmente, porque reproducen, al menos en parte, una subordinación de la mujer al varón, en aras del amor y la promesa de felicidad, lo cual ha sido largamente señalado por el pensamiento feminista.
Muchos de los dilemas que impulsaban a las lectoras a solicitar consejos se relacionaban con la necesidad urgente de encontrar asesoramiento para mensurar las reacciones ante determinadas situaciones vinculadas al noviazgo. Isabella Cosse (2010) ha señalado cómo las secciones de correspondencia de diarios y revistas permitían reconstruir los mandatos morales y sexuales al esbozar una pedagogía sentimental a través de una “voz adulta, maternal y amigable” (p. 29) que aconsejaba a las jóvenes. La autora sostiene que, hasta mitad de siglo XX, el itinerario de las relaciones afectivas pasaba por cuatro estadios: el flirteo, el “festejo”, el noviazgo y el matrimonio. Entre el juego del flirteo y la declaración explícita de intereses en el noviazgo, se encontraba la etapa más peligrosa, el “festejo”, dónde la seducción era el centro de la escena, pero aún no se había formalizado ningún compromiso. Los “festejantes” podían rápidamente comprometer el honor de las jovencitas. Creemos que, dentro de esta estructura, las ocasiones dónde Susi aconsejó poner fin a relaciones afectivas podrían haberse ubicado dentro del festejo, donde la pérdida de la virtud sexual de las jóvenes era una posibilidad cierta y que no garantizaba –o incluso podía frustrar– prospectos matrimoniales. Ante esa peligrosidad moral, la profesora sugirió abandonar a pretendientes con intenciones poco claras:
Antonieta (La rosarina). – Muéstrese indiferente y no vuelva a escucharlo – lo que me dice querida amiguita no es amor – su inexperiencia la lleva fácilmente donde él quiere. Desconfíe de todo. (La Capital, 08 de septiembre de 1935, p.17)
Florcita del campo. – Mi consejo es que no le dé ese derecho; porque después será para usted una continua zozobra su vida. También reflexione antes de dar ese paso. Usted es muy joven y ese episodio amoroso se olvida. Ya vendrá otro príncipe azul. No se aflija más y tenga fuerza de libertad. (La Capital, 08 de septiembre de 1935, p.17)
La doble moral sexual, que recelaba la sexualidad de las mujeres jóvenes, en cambio, proponía otros parámetros para los varones. En aquellos casos en que puede inferirse actos de infidelidad cometidos por el novio o esposo, Susi hizo énfasis, una y otra vez, en perdonar y caracterizó a las mujeres como piadosas, irreprochables y almas superiores. La falta masculina, por momentánea y por considerarse casi un descuido, debía ser perdonada; incluso, se apelaba a la moral religiosa que inmovilizaba a las mujeres y les aconsejaba no reaccionar, ya que el castigo se daría en otro plano. Frente a la angustia de las suscriptoras, que se escenificaba en sus seudónimos, su confidente recomendó una suerte de laissez faire, laissez passer, que maquillaba una posición de sumisión:
Desengañada del mundo. – Mi buena amiga: ¡Qué puedo aconsejarle, si esto es el drama eterno de nosotras! ¡Ser tan buena y tener tanta alma! Perdónelo… sigue siendo la misma… ya tendrá su castigo… hay un destino fatal que todo se paga… tenga la seguridad, hablo por experiencia, amiga mía. Viva la vida, ejercite su voluntad y saldrá victoriosa. (La Capital, 15 de septiembre de 1935, s/p)
Un alma sin rumbo. (Reconquista). – Amable lectora, comprendo su dolor. La compadezco; las almas como las suyas siempre el destino las hace sufrir… Al leer su carta comprendo que él ha tenido un momento de inconsecuencia; pero lo que es un alma buena, fina y armoniosa debe perdonarlo. Aunque le parezca mentira esa una… o más de una… son casos momentáneos. Ya que su posición lo puede, aléjese por un tiempo y reaccionará y… entonces lo verá derrotado y volverá a ti, te lo aseguro, arrepentido de su falta. (La Capital, 29 de septiembre de 1935, p.17)
Si era necesario, Susi incluso aconsejaba mentir para ocultar los exabruptos masculinos, especialmente, cuando la situación comentada parecía corresponderse más con un conflicto matrimonial que uno surgido en el noviazgo:
Señora María Juana. (Mendoza). – (…) El caso como el suyo, no sabe señora que son muchas las mujeres como Ud. Irreprochables y se ven en su caso; mi consejo es que no lo debe auyentar [sic], trate que cuando vuelva ya que le es tan necesaria su presencia ir a esperarlo a la estación, sin encono y olvidar todo, que en el amor no hay dolor que no se pueda olvidar poniendo su fuerte voluntad, hizo bien en ocultar su ausencia y trate de seguir diciendo que se fue de viaje por negocios, nuestra sincera dicha le deseamos (La Capital, 29 de septiembre de 1935, p.17).
No obstante, las invitaciones de la profesora a perdonar y ser amables, en una ocasión, trazó un límite que no debía cruzarse. Creemos que, en esta oportunidad, la firmeza correspondía a haber sido anoticiada de una situación en la cual la violencia física o incluso sexual ponían en juego el honor o la dignidad de la mujer solicitante. Allí, ordenó la separación directa, sin ningún tipo de oportunidad para el varón involucrado:
Desencantada de la vida. – Me dice, señora mía, mi vida sin esperanza. No es verdad – no hay vida sin esperanza – bien; la única solución es la separación amigablemente. Jamás, jamás debe llegar un hombre a semejante cobardía – menos una mujer perdonar esas injurias; son ofensas sin perdón. (La Capital, 25 de agosto de 1935, p. 8)
Es necesario leer las conversaciones en cuanto al amor romántico, no sólo en términos de género, sino de clase. Tanto los temores y las dudas de las lectoras como las respuestas de Susi se relacionan con la respetabilidad (Skeggs, 1997; Cosse, 2010) que es un capital para los sectores medios en ascenso, especialmente para las mujeres. Estas mujeres, las lectoras y su consejera, delinean un ideal de respetabilidad: una feminidad útil, hacendosa, preparada, que transita la ciudad e incluso, tal vez, tiene un empleo, pero que se mantiene respetable manteniendo a raya a pretendientes poco sólidos. No toma decisiones apresuradas en cuanto a su sexualidad, busca un buen partido y, luego, no sin cuantiosos sacrificios, mantiene un matrimonio y una familia nuclear. Pues ese es el modelo doméstico respetable. Para aquellas muchachas de sectores medios y trabajadores, la presión por la respetabilidad es mayor, en tanto es una prerrogativa de los sectores altos (Skeggs, 1997). Por ello, los espacios como el correo de lectoras tienen una doble función: delinear la respetabilidad desde un discurso autorizado y salir en auxilio de las muchachas que realizan, en muchos casos, una hábil pero sutil ingeniería para construir o reforzar su identidad de mujeres respetables.
No obstante, la preocupación acerca de cómo relacionarse con los pretendientes, novios o esposos no fue la única, ya que la columna también indicó a las lectoras sobre los vínculos con otras mujeres. Aquí, jugó un papel fundamental la generación, en cuanto Susi se presentaba como una mujer experimentada, expresándose con tono maternal y sugiriendo confiar siempre en las madres, pero nunca en las amigas. Las primeras, eran invocadas en tanto sabiduría y voz autorizada, y servían a modo de freno para las suscriptoras que se encontraban en situaciones problemáticas y ponían en juego un comportamiento moral. En cambio, las amigas fueron, paradójicamente, presentadas como personas capaces de hacer el mal, frente a las cuales correspondía mantener la privacidad. Así, Susi advirtió muy a tono con los manuales de urbanidad de antaño:
Porteña Curiosa. – Mi amable amiga. (…) Lo segundo, desistir de todas esas tentaciones. Jamás lo debe hacer. ¿Qué mejor consejera que su mamá? Ella le dirá lo mismo que yo (La Capital, 02 de febrero de 1936, s/p).
S. J. de P. (Santa Fe). – Amiga mía, no es necesario poner demasiada coquetería; sino tener ingenio es el recurso de mi consejo… causarle celos y poner habilidad e inteligencia. No destruya su felicidad; sabe Vd. que las malas amigas se suelen valer de su confianza para hacerle daño. No confíe sus penas sino a sí misma; guárdelas en su alma, que pronto renacerá su perdida felicidad (La Capital, 16 de febrero de 1936, s/p).
Entendemos que aquí la clave que explica la paradoja de la amistad femenina es, como dijimos antes, la de la generación. Susi se configura como amiga, pero es una amiga sabia que se posiciona, no como una par generacional, sino desde un lugar maternal. Es de las pares de las que hay que desconfiar, aquellas que pueden dar consejos inexpertos o arriesgados que pongan en juego la respetabilidad. Son también las que pueden configurar una competencia, por ejemplo, en el mercado matrimonial.
En términos generales, las respuestas de la profesora reproducían cierta visión estereotipada –muchas veces construida desde el punto de vista masculino– sobre las relaciones de amistad o compañerismo femenino. Los vínculos entre ellas son retratados en términos de frivolidad, competencia, envidia o chisme; por el contrario, la amistad masculina suele asociarse a valores altamente positivos como el respeto o la virtud. Históricamente, las amistades masculinas fueron mucho más valoradas en su dimensión pública, en tanto este tipo de amistad se relacionaba con la ciudadanía, la solidaridad cívica y militar. Las mujeres no eran consideradas ciudadanas ni participaban de la esfera pública en los mismos modos que los varones, entonces, no podían entablar relaciones de amistad entre ellas. Si bien las relaciones de compañerismo y cooperación femeninas existían desde tiempos remotos, la conquista del aspecto público de la amistad es mucho más reciente en términos históricos.7
5. El problema de la mujer moderna
Por último, aunque sostenemos que las secciones como Adornos para la mujer y el hogar fueron espacios de socialización y construcción de vínculos femeninos, esto no significó que no fueran seguidas por varones. Primeramente, porque no podemos asegurar que todas las personas que escribían bajo seudónimo fueran mujeres y, luego, porque en algunos casos los varones en nombre propio recurrieron a estos terrenos delineados como femeninos para obtener orientación. Así, durante el invierno de 1935, Susi contestó a la consulta de un suscriptor:
Mateo Auten (C. Rivadavia). – Sí, señor, no me extraña que se haya dirigido a mí. Mi página es completamente femenil; pero por Vd. haré una excepción, por su ruego y como me dice (soy un paria) su triste caso debo contestar con la ruda verdad. Es un hombre sin voluntad, sin carácter. Lo que debe hacer, no le escriba. Esa “chica moderna” no ama a ninguno de los dos, ni a nadie. El amor nace del alma. Déle una lección: el desaire. Huya ahora que puede; no espere un triste provenir con esa pobre alma de niña “moderna” como le dice (La Capital, 25 de agosto de 1935, p.8).
Esta interacción es interesante en varios sentidos. En primer lugar, la tensión entre lo femenino y lo masculino; la responsable afirma que su columna está dirigida por entero a las mujeres pero, simultáneamente, sostiene que no sorprende que un joven haya decidido escribir. Por otro lado, mientras en la mayoría de las réplicas Susi reconforta a sus lectoras, en este caso, aunque parece compadecerse de la situación de Mateo, no tiene reparos en dedicarle dos críticas especialmente agudas en relación al ideal de masculinidad, en las que señala, con otras palabras, su debilidad. En tercer lugar, aparece la referencia a la muchacha implicada en el conflicto, aquella que parece estar en la encrucijada entre dos pretendientes. Frente a la situación, la profesora no indica reflexión ni perdón como lo hace con sus lectoras, sino que decreta con firmeza “huya ahora que puede”. Aquí, aparece también el estereotipo de la “chica moderna” que fue casi omnipresente en los discursos en torno a las mujeres durante las décadas de 1920 y 1930. Para Susi, la “niña moderna” encarna el rechazo al compromiso y la frivolidad, caracterizando a la joven como alguien incapaz de amar.
Es difícil definir qué características tenían o quiénes eran las mujeres modernas o si, acaso, las diferentes variaciones -la niña, la chica o la mujer moderna- eran expresiones análogas. Si bien la mayoría de las autoras que han trabajado este tópico coinciden en situarla históricamente en el período de entreguerras y encuentran en ella rasgos transnacionales, sopesar su importancia y adjudicarle un conjunto estable de atributos parece ser un desafío mayor, en tanto sus representaciones -por ejemplo, las de la prensa gráfica- fueron ambiguas o hasta contradictorias. Mientras que para Nari (2004) su impacto fue limitado en cuanto fue prontamente asimilada a un ideal de domesticidad, para Tossounian (2021) la joven moderna fue la imagen de la nación. En este sentido, es posible listar una serie de asociaciones antes que una definición monolítica: el trabajo remunerado, el consumo, la urbanidad, la moda, los deportes y la cosmética formaban parte de los discursos sobre las chicas modernas. No obstante, estos discursos podían ser positivos o negativos dependiendo de aquello que se decidiera resaltar (Bontempo, 2022). Por ejemplo, una joven superficial y hedonista, que pasaba su tiempo en fiestas, o una muchacha saludable, gracias a la práctica del deporte y lista para una maternidad instruida. Los textos y las imágenes que se enlazaban en las diferentes representaciones podían ellos mismos entrar en tensión, como en el caso de los dibujos y fotografías que se centraban en los aspectos que despertaban mayores ansiedades, como los cambios en la vestimenta y una nueva sensualidad (Pulido y Orue, 2023).
Paula Bontempo (2016) sostiene que, si bien el fenómeno de la mujer moderna fue acotado en el tiempo, es necesario señalar que el proceso de modernización se jugó definitivamente en el cuerpo de estas mujeres y allí radica uno de sus rasgos fundamentales.8 Para Vigarello (2011), las corporalidades que se establecieron en torno a la década de 1920 perfilaron el cuerpo actual, pero con especificidades importantes para los cuerpos femeninos. Aquello que señala para Europa se corrobora también en América: en los albores del siglo XX, para las mujeres, la regla dejó de ser el cuerpo con curvas ceñido por el corsé y se dio paso a una silueta lineal, alargada (incluso artificialmente en los dibujos y figurines) y atlética, a veces hasta parecer andrógina (Steele, 2017; Kaczan, 2013; Baldasarre, 2022). La prensa gráfica fue fundamental a la hora de difundir estos nuevos patrones corporales durante 1920 y 1930, a través de diferentes discursos textuales y visuales e indicar toda una variedad de técnicas para lograr ajustarse a ellos. Julia Ariza (2011) sostiene que la prensa ilustrada de principios de siglo XX fue una tecnología de género (de Lauretis, 1996) que construyó y reprodujo roles apropiados a las mujeres y que, además, fijó los parámetros de una corporalidad femenina deseable. El cuerpo adecuado a estos mandatos no sólo implica para la autora una dimensión de género, sino de clase. El cuerpo valorado es el que ostentan –aun artificialmente– las mujeres de la clase dominante: delgado, atlético, blanco, sin vellos ni arrugas, femenino pero sin curvas.
Nuestra columna no fue la excepción a esta caracterización general largamente señalada para la prensa ilustrada del período, es decir, lo local aquí reprodujo tendencias nacionales e internacionales. En primera instancia, porque Susi recomendó o desalentó vestuarios, estilos de vestimenta, colores o géneros textiles de acuerdo a la ocasión o la moda pero, también, atendiendo a la forma de la silueta. Luego, porque, como Madame Dafné, también dio consejos estéticos y de belleza, y promocionó el uso de cremas de las cuales ella misma se encargaba de proporcionar muestras. Finalmente, porque como puede leerse en la consulta que citaremos a continuación, indicó en qué casos debía intervenirse el cuerpo y en qué casos no:
Soñadora de ojos negros. – Amiguita mía. Si tiene 164 de altura y 63 de peso está muy bien, no tiene porqué rebajar hasta ahora no debe tomar nada (La Capital, 23 de febrero de 1936, s/p).
El consejo de la responsable iba en línea con otros contenidos del diario respecto de los cuerpos gordos o que podían llegar a serlo. Las columnas de moda, los avisos de profesionales y las publicidades indicaban que la gordura debía prevenirse con dietas y ejercicios, intervenirse con fajas, medicalizarse o, incluso, extirparse quirúrgicamente (Pulido, 2024). La delgadez era, no sólo lo saludable, sino lo deseable y lo bello; el cuerpo femenino delgado era el adecuado para la maternidad, para el deporte, para la moda y para el amor. Sostenerlo era un deber social (Pellegrini Malpiedi, 2022; Sguigna, 2022). Por eso, la respuesta reza “hasta ahora no debe tomar nada”, anticipando que esa circunstancia bien podía cambiar cuando el cuerpo se alejara de los cánones de la delgadez y de lo socialmente esperado.
6. Reflexiones finales
A modo de cierre, podemos afirmar que la sección Adornos para la mujer y el hogar, que el diario La Capital publicó hacia mediados de la década de 1930, se dirigió, tal como se desprende de su título, a mujeres que aún eran consideradas las responsables del hogar y las tareas domésticas a pesar de las profundas transformaciones en su situación respecto a las décadas precedentes. La columna buscaba proveerlas de consejos y materiales para las labores de costura y decoración o para seguir las últimas tendencias de la moda. Sin embargo, las lectoras, responsables de forma indirecta del contenido de la columna, pues ésta se constituía en base a las respuestas dadas a sus inquietudes, sobrepasaron ampliamente el contenido original para solicitar consejos sobre cómo vincularse en el noviazgo, el matrimonio y la amistad. También, sobre cómo conducirse en cuestiones que les suponían una encrucijada, por ejemplo, cómo resistir a una “tentación”, continuar o no en una relación, casarse o desistir, perdonar o no una infidelidad, confiar en sus amigas o mantener sus sentimientos en la privacidad.
De manera solapada, entraron en estas interacciones temáticas que podían ser tabú en la sociedad, como la sexualidad o la violencia. De forma prescriptiva y generizada, se respondió a los mensajes indicando a las mujeres comportamientos asociados de forma estereotipada a la feminidad: la paciencia, la compasión o la bondad. Especialmente, cuando se trataba de tomar decisiones frente a una falta masculina. No obstante, y en relativa tensión con lo anterior, Susi aconsejó a las mujeres alejarse o terminar ciertos vínculos, tomar la iniciativa o incluso “alegrarse de su actual libertad” (La Capital, 15 de septiembre de 1935, s/p). Todo ello en un espacio representado como lugar seguro, de confidencia, donde la responsable se presentaba como amiga, pero también como mujer con experiencia, consejera sabia. Incluso, declaró en una ocasión al momento de aconsejar: “creo ser un poco psicóloga” (La Capital, 15 de septiembre de 1935, s/p), lo que puede dar cuenta del interés de revestir sus opiniones de un aura de cientificidad, estrategia esgrimida con asiduidad en los discursos destinados a mujeres.
La participación masculina en la sección, aunque excepcional, revela la posibilidad de que los varones también consumieran su contenido y participaran de forma subrepticia de la circulación y recepción de estos mensajes prescriptivos de los comportamientos y las relaciones. Aquí, el habitual seudónimo podía volverse crucial para ellos.
Aunque sostenemos que la columna reproducía la matriz de mensajes prescriptivos para las mujeres, que estaban contenidos en la mayoría de la literatura de la época, también afirmamos que fue un espacio de participación femenina y que permitió que las mujeres establecieran vínculos entre ellas. No sólo con la profesora Susi, sino también con amigas, hermanas u otras familiares con las que podían juntarse a escribir cartas para obtener contestación en la sección y con todas aquellas mujeres que no conocían personalmente, pero con las cuáles podían sentirse identificadas al transitar las mismas o similares preocupaciones.
En este sentido, la escritura al diario fue una práctica de sociabilidad, donde construyeron espacio público y establecieron agenda, orientando la columna a sus propios intereses y preocupaciones, a tal punto que los contenidos de labores domésticas cedían protagonismo a cuestionamientos sobre la pareja, la amistad, la sexualidad o la profesión. Muchas de las preguntas de las lectoras, finalmente, se orientaban a obtener respuestas sobre cómo compatibilizar nuevos deseos y aspiraciones propias de mujeres que transitaban el espacio urbano, tenían empleos remunerados, estudiaban o ejercían su profesión, en el molde de una domesticidad que continuaba marcada por cierta subordinación hacia los otros, especialmente hacia los varones; lo que ilustra la complejidad de una época de transformación en las relaciones.
Finalmente, hacia el final de la década del 30, la sección dejó de publicarse para dar paso a una nueva columna destinada a mujeres, aunque esta vez no habilitó una dirección postal para el intercambio de misivas, cercenando así un espacio de sociabilidad femenina que había superado ampliamente los límites de la ciudad.
Fuentes documentales utilizadas
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Notas
Recepción: 30 abril 2024
Aprobación: 10 agosto 2024
Publicación: 01 marzo 2025