DES Descentrada, vol. 9, núm. 1, e253, marzo - agosto 2025. ISSN 2545-7284
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG)

Dosier

Entre la ausencia y la presencia: una aproximación desde la epistemología feminista a las prácticas epistolares de un archivo familiar

Sonia Yuruen Lerma Mayer

El Colegio de Jalisco, México
Cita sugerida: Lerma Mayer, S. Y. (2025). Entre la ausencia y la presencia: una aproximación desde la epistemología feminista a las prácticas epistolares de un archivo familiar. Descentrada, 9(1), e253. https://doi.org/10.24215/25457284e253

Resumen: En este artículo analizo las prácticas epistolares producidas por Trixie Mayer, mi tía abuela, durante su participación en espacios de inteligencia militar británica durante la Segunda Guerra Mundial (1942-1946). El objetivo de este artículo es entender cómo ella produjo su correspondencia epistolar a lo largo de cuatro años sobre su experiencia bélica de tal forma que ésta fuera legítima, veraz e inteligible para quienes la leyeran a distancia. Dividí el texto en cinco momentos que, en el contexto bélico, marcaron las pautas y barreras de comunicación transatlántica: la escritura, el trayecto de las cartas, la recepción y lectura, la conservación y los silencios o ausencias.

Palabras clave: Prácticas epistolares, Epistemología feminista, Cartas, Archivo, Mujeres en la guerra.

Between abscense and presence: a feminist epistemological approach to the epistolary practices of a family archive

Abstract: In this article, I analyze the epistolary practices produced by Trixie Mayer, my great-aunt, throughout her active participation in British military intelligence spaces during World War II (1942-1946). The aim of this article is to understand how she produced her epistolary correspondence over four years about her wartime experience in such a way that it was legitimate, truthful, and intelligible to those who read it from afar. I divided the text into five moments that, in the war context, marked the guidelines of transatlantic communication: writing, journey, reception and reading, preservation, and silences within or absences of their epistolary communications.

Keywords: Epistolary practices, Feminist epistemology, Letters, Archive, Women at war.

1. Introducción

En el 2014, unos meses antes de que falleciera mi abuelo materno, Leonardo (1922-2014), encontré entre sus cosas dos cajas rotuladas Trixie –diminutivo de Beatriz, su hermana mayor (1919-1987). En su interior, contenían la correspondencia epistolar que la familia Mayer Nordwald mantuvo con ambos durante la Segunda Guerra Mundial (SGM), cuando viajaron desde México –su país natal– a Inglaterra –país natal de su padre William– a luchar en contra del nazismo. Ese viaje fue realizado junto con otras tres mujeres y cuatro hombres mexicano-ingleses (Lerma Mayer, 2022). De 1942 a 1946, Trixie trabajó en espacios de inteligencia militar, pues desde pequeña aprendió a hablar cuatro idiomas: español, por el país de nacimiento; inglés, por ser el idioma en el que la familia se comunicaba; alemán, por ser el idioma de su madre; y francés, por haberlo estudiado desde la escuela primaria. También contaba con experiencia administrativa y estenográfica.

Durante estos años, la familia Mayer Nordwald produjo más de un millar de documentos que fueron conservados por sus integrantes a lo largo de su vida. Tiempo después los encontré y convertí en el eje de mi investigación doctoral (Lerma Mayer, 2022). Este artículo surge a partir de reelaboraciones de dicha tesis y su objetivo es el de analizar, desde una epistemología feminista, las prácticas epistolares implementadas por Trixie que dieron forma al proceso estratégico de construcción de una narrativa de sus experiencias durante la guerra.

Una de las principales condiciones de la comunicación oral o escrita es que las personas o grupos, independientemente de dónde estén, se entiendan entre sí. Por esto, es importante estudiar cómo se establecen los marcos interpretativos que indican la manera en la que un conocimiento es legítimo, válido, veraz e inteligible respecto del que no lo es, puesto que esto influye directamente en la forma en la que el mensaje se produce, recibe, comprende e, incluso, conserva. Lo anterior nos lleva a cuestionar las relaciones de poder que atraviesan dichos procesos, a desmenuzar las normativas que dictan esas evaluaciones, así como a preguntar por la existencia de otros saberes que son excluidos o rechazados por no entrar dentro del canon (Pratt, 2000). Un punto de interés para autoras feministas ha sido discutir epistémicamente cómo, a pesar de que histórica y sistemáticamente las mujeres han sido excluidas de los espacios de poder y de producción de conocimiento, ellas producen saberes que son dignos de ser estudiados. Este artículo contribuye a entender la construcción de la narrativa epistolar, no conocida hasta ahora, de una de las pocas mujeres mexicanas inglesas que trabajaron directamente en espacios de inteligencia militar británica.

Al respecto, Patricia Hill Collins (2000) estableció que

la epistemología constituye una teoría general sobre el conocimiento. Investiga las normas utilizadas para evaluar el conocimiento y por qué creemos que lo que creemos es cierto. Lejos de ser un estudio apolítico de la verdad, la epistemología apunta a las formas en las que las relaciones de poder conforman a quién se le cree y por qué (p. 252).

La autora confronta al sistema actual –sexista, racista, clasista, eurocéntrico y asentado en las bases de la modernidad, el capitalismo, el patriarcado y la colonialidad– que proclama, como confiables, neutrales, universales y objetivos, ciertos conocimientos que están producidos, principalmente, por hombres cis, blancos, heterosexuales, del norte global y de niveles socioeconómicos altos. Dicha aproximación excluye saberes elaborados por personas en diferentes contextos, lenguajes, medios y acercamientos, como aquellos que crean las mujeres negras en Estados Unidos. Por ello, se requiere contextualizar e historizar, no sólo el conocimiento que en algún momento es considerado como verídico, sino también cómo éste fue originado, bajo qué preceptos se conformó y quiénes fueron las personas involucradas en su elaboración.

Parto del supuesto de que las mujeres son sujetos epistémicos y políticos, más allá de si cumplen con el canon hegemónico de la época o no y me interesa reflexionar sobre ¿Qué mecanismos y estrategias implementó y registró Trixie para hacer que su correspondencia epistolar fuera considerada como conocimiento legítimo, válido, veraz e inteligible tanto por ella como por sus interlocutoras? Para ello propongo la categoría de prácticas epistolares que entretejo teóricamente desde la matriz epistolar de Nora Bouvet (2006), el giro feminista practicista de Elsa Muñiz (2018), la constitución de sujetos que producen conocimiento (Hill Collins, 2000) y la discusión feminista en torno al ser y hacer archivo (Antivilo, 2019). A continuación, dividí el texto en tres subsecciones: comienzo discutiendo la aproximación teórica metodológica empleada en la investigación, continúo analizando el material empírico a partir de las prácticas epistolares, y concluyo con algunas reflexiones finales.

2. Prácticas epistolares de un archivo familiar: discusión teórica metodológica

La escritura epistolar ha sido poco estudiada, específicamente cuando se refiere a comunicación producida por personas que no entran en el canon. Sin embargo, en las últimas décadas, investigadoras, particularmente de Latinoamérica, la han estudiado pues visibiliza procesos personales y sociales que han quedado silenciados. Una de ellas fue Nora Bouvet, investigadora argentina que propuso una matriz epistolar como herramienta teórica para estudiar cartas, considerándolas como objetos, procesos, discursos y actos sociales producidos en un contexto en particular. Define el proceso de su escritura como un intercambio de la vida social cuya función principal, desde la antigüedad, es hacer tangible la comunicación a la distancia. Así, el principal aspecto que define a la carta es que “obliga a abrir un espacio de diálogo ficticio con los ausentes mientras las escribimos” (Bouvet, 2006, p. 12). De este modo, las misivas son más que la escritura visible y tangible, que la aparente clausura de su existencia (selladas, estampillas o fechadas), que una situación práctica (la ausencia de destinatario), que una conducta social (la extensión de la voz), que un referente objetivo (un mensaje de urgencia o importancia), que unas determinaciones exteriores (el contexto), que un vínculo interpersonal (familia o amistades), que una actitud psicológica (sinceridad): son proteiformes en tanto su multiplicidad de usos, materialidades, personas involucradas, lecturas, trayectos, tecnologías empleadas y representaciones producidas.

Se tienen que desmenuzar elementos procesuales de la comunicación y de la escritura para analizar cómo los sujetos articularon la distancia e hicieron su mensaje legítimo, válido, veraz e inteligible entre las personas involucradas. Ante las necesidades expresivas de las distancias, del poder y de la memoria, se construyeron los ejes medulares de la correspondencia epistolar que encontraron en “la carta una forma de comunicación en ausencia, un intercambio de voces sin cuerpo en el que la palabra escrita actúa como puente entre subjetividades alejadas entre sí” (Peluffo, 2020, p. 6). Dichos ejes corresponden a los procesos o actos de escribir, enviar, recibir y contestar mensajes, y su análisis permite historizar cómo se configuraron las subjetividades individuales y colectivas. Asimismo, en el espacio epistolar se disputan las fronteras supuestamente rígidas entre público-privado, presencia-ausencia, ficción-realidad y oralidad-escritura.

En relación con la escritura, es importante preguntarnos cómo esta se produjo y bajo qué normativas se moduló. En comparación con la oralidad, la escritura epistolar es tangible y duradera y se incorpora a la cultura como aquello que aparece, motivada por la ausencia, para dejar huellas de una relación remota –amorosa, política, intelectual, etc.– Sin embargo, debido a que la comunicación epistolar se piensa como un diálogo a la distancia, esta también se apropia de elementos de la comunicación oral, obligando a romper estructuras y normativas entre la oralidad y la escritura para formar el pacto de veracidad. Es decir, la pugna entre el lenguaje escrito y oral en las misivas dinamita la frontera entre la presencia y la ausencia, así como entre las reglas de comunicación.

Las personas involucradas también son relevantes en esta dinámica, ya que la carta requiere de una autora y de una destinataria para existir. Está anclada en un diálogo que se mantiene con una persona real, ficticia, espiritual; puede estar viva o muerta; puede vivir en el presente, pasado o futuro de quien escribe, siempre y cuando la intención sea la de generar un intercambio –real o ficticio– desde la distancia espacial o temporal. El contenido está construido a partir del posicionamiento de quien escribe con respecto a quién se lo dirige, así como del objetivo del mensaje que desea comunicar.

Para que la carta llegue a su destino, necesariamente debe de transitar, estar en movimiento y recorrer un trayecto. Dicho desplazamiento la posiciona en un espacio fronterizo entre lo privado y lo público, pues una comunicación supuestamente íntima se apropia del espacio público y viceversa.

En el momento de la lectura y la respuesta, se juega la ilusión entre la presencia y la ausencia, pues la existencia del objeto rompe con la separación espacio-temporal entre las personas involucradas. La coexistencia de estos opuestos genera un espacio paradójico, donde un gesto articula dos dimensiones inseparables y al llegar a su destino, el objeto se convierte en una extensión corpórea de quien lo produjo. Su contestación, preservación o destrucción es atravesada por afectos y vínculos relacionales existentes. Como señala Castillo Gómez (2014) se produce un pacto de veracidad entre quien escribe y quien lee, asumiendo que lo que está en la carta es verdad independientemente del tiempo que pase entre su escritura y lectura. Entonces, la frontera entre ficción y realidad se vuelve porosa al producirse narrativas escriturales legítimas, válidas, veraces e inteligibles.

El secreto tiene su impronta en la conformación de las misivas. Si bien el espacio de la carta es uno, protegido y cerrado, existen trabas e intercepciones que vulneran la secrecía del mensaje (Bouvet, 2006). Al enviarse, se abre la posibilidad de que las cartas sean leídas y poseídas por otras personas o instituciones a las que no necesariamente se les dirigía (Barragán, 2020), quienes, a su vez, pueden hacer uso de ella destruyéndolas, manipulándolas o bien, publicándolas en epistolarios, secretarios o artículos académicos.1 Su trayecto y recepción, en tanto permanencia y movilidad, renuncia a la garantía del secreto y la privacidad.

Las misivas son “el instrumento más poderoso para retener el tiempo que pasa y superar el espacio que no se alcanza” (Bouvet, 2006, p. 32). Por ello, pensar sobre cómo Trixie construyó su correspondencia epistolar a partir de reflexionar sobre los actos de escritura y lectura epistolar, movilización y conservación, dan cuenta de contextos paradójicos respecto al espacio–tiempo (presencia-ausencia), la colectividad de la comunicación (público-privado), el formato de la comunicación (oralidad-escritura) y la veracidad (ficción-realidad).

No obstante, Bouvet omite cómo la agencia epistémica y afectiva constituyen y son constituidas por sujetos en su proceso narrativo. En su matriz no encontré la posibilidad de problematizar las normativas sociales, familiares y personales que dan forma a la escritura epistolar; ni las relaciones de poder de género, nacionalidad, clase o edad que atraviesa su producción; ni las herramientas necesarias para complejizar los documentos como producciones de saberes contextualizados que permiten dialogar entre el pasado, el presente y el futuro. Por ello, me apropio de la propuesta feminista de Elsa Muñiz (2018) quien estableció que las prácticas son:

sistemas dinámicos y complejos de agentes, acciones, representaciones del mundo y creencias que tienen esos agentes, quienes actúan coordinadamente e interactúan con los objetos y con otros agentes; […] son históricas, […] cambiantes […] y no son independientes de las transformaciones del medio y/o del contexto en que se desarrollan (p. 9).

Es una visión compleja, contextualmente situada y relacional. Muñiz pregunta cómo los sujetos son producidos socialmente y analiza las acciones humanas y su quehacer cotidiano a través de estrategias y tácticas para profundizar el entendimiento del papel de las prácticas, en tanto que son constitutivas de los sujetos, y su poder para encarnarlos y materializarlos.

El giro practicista cuestiona cómo el paradigma moderno construye “principios ordenadores que definen los campos de saber y legitiman determinadas formas de acercamiento al mundo que nos rodea” (Muñiz, 2018, p. 17). Estos impulsan cosmovisiones fragmentadas que generan oposiciones binarias estructuradas como antagónicas e irreconciliables. El pensamiento moderno los considera como polos opuestos y los jerarquiza estableciendo mecanismos que legitiman, visibilizan y valoran unos, mientras que ocultan, niegan y deslegitiman otros. Dichos sistemas sociales violentan y destruyen aquello que no cabe dentro de los límites de lo deseable (Muñiz, 2018), como las epístolas de mujeres.

Julia Antivilo (2019) argumenta que es importante entender los archivos, como los familiares, en tanto mecanismos que construyen narrativas genealógicas y cuya materialidad visibiliza aquello que las personas consideran valioso para conservarse en el tiempo. Al mismo tiempo, dan cuenta de vacíos voluntarios o involuntarios. Las prácticas que se ejercen sobre ellos para que ciertas huellas perduren en el tiempo son importantes de colocar en el centro del análisis, pues dan pie para comprender su fragilidad y parcialidad, las relaciones de poder que los atraviesan, así como la noción de la construcción activa de la memoria fragmentada de identidades personales, afectivas, familiares y sociales.

Propongo el concepto de prácticas epistolares, a las que defino como aquellas estrategias implementadas por una persona o un grupo en un contexto particular para producir una correspondencia epistolar que permita crear una comunicación legítima, válida, veraz e inteligible entre las involucradas. Estas se dividen en cinco momentos –escritura, trayecto, recepción/lectura, conservación y silencios–, dentro de los cuales se disputan las reglas, negociaciones y decisiones tomadas para enfrentar las problemáticas que dificultan construir la comunicación. Son cambiantes, intencionales, parciales, históricamente situadas y relacionales.

Si bien Trixie no nombró cada uno de los momentos de esta manera, sí reflexionó extensivamente respecto a ellos y las decisiones que tomó sobre su producción, especialmente cuando situaciones propias, familiares o contextuales interrumpieron o dificultaron el vínculo y sus procesos de adaptación ante los cambios. Por ello, entender cómo estas prácticas epistolares se articularon desde la narrativa de Trixie –mujer, 23-27 años, mexicano-inglesa, extranjera, nivel socioeconómico y educativo alto, trabajando en espacios de inteligencia militar; aspectos sobre los que profundizo en mi tesis de doctorado (Lerma Mayer, 2022)–, permite comprenderla como sujeto epistémico y curadora de su propia historia que produjo sus narrativas a partir de diálogos a la distancia.

3. La escritura como práctica epistolar

¡Estoy comenzando a sentir que soy un tipo de máquina de alta producción, produciendo cartas cada vez más rápido! ¡Escribo, doblo, estampo, envío, agarro papel y comienzo una nueva carta! Ya casi es un movimiento en automático. ¡Podría, probablemente, escribir hasta en mis sueños! Mi escritura es casi legendaria, [mis compañeras dicen]: “sí, pero cuando Trixie escribe una carta, es un libro, no veo cómo es que encuentra tantas cosas por escribir, nunca sucede algo que valga la pena escribir”. Ellas no se dan cuenta de que, aunque no escribo nada del campamento y el trabajo o nuestro trabajo, ya que obviamente no puedo, les cuento sobre mis actividades cuando no estoy trabajando. Y no puedo simplemente decir “fui a tal lugar”, trato de describir el lugar. Y cuando las otras tienen vacaciones, todo lo que escriben a casa es cuando regresaron ‘llegué bien’ mientras que, para mí, esos son los momentos que dan pie para las cartas más largas. El otro día dijo la Capitán Patter “me fascina ver a la señorita Trixie. Escribe y escribe, páginas y páginas… ¿estás escribiendo un libro?” (Mayer, 1 de octubre de 1943).2

Este fragmento engloba lo que para Trixie fue un proceso de escritura individual y social, así como permanente y complejo que tomó lugar en espacios y tiempos. Reflexionó sobre ello de forma contextual, posibilitando que sus futuras y distantes lectoras –su familia– comprendieran sus vivencias de mejor forma: dejó registro de su presente afectivo, laboral, espacial e, incluso, temporal para narrar sus experiencias, que analizo a continuación.

Paula Caldo (2019) argumenta que la práctica de la escritura epistolar está pensada desde la esfera de lo social pues, si bien podría parecer un acto personal e íntimo, en realidad está mediada por normativas sociales. Problematiza cómo los manuales de urbanidad y buenas maneras, dirigidos principalmente a mujeres de clases socioeconómicas altas, que circularon a finales del siglo XIX y primera mitad del XX, pretendían reglamentar las prácticas de socialización y la vida social, haciendo énfasis en las cartas y en la forma adecuada de escribir, estructurar y utilizar el lenguaje. Si bien Trixie no hizo alusión a estos manuales, asumo que sí sabía de ellos por pertenecer a una familia acomodada de la capital, que recibió educación privada, que estaba acostumbrada a mantener una comunicación epistolar cuando sus familiares viajaban por trabajo o placer (Lerma Mayer, 2022). Además, adecuó su comunicación respecto a sus indicaciones: aclarar, desde el comienzo de cada epístola, tanto sus intenciones como la temática tratada. Por ejemplo, si el objetivo era celebrar el cumpleaños de alguien, redactó en las primeras líneas que su intención era felicitar a su familiar; por ejemplo “Querido padre, y estas soooon las mañaniiiiiiitas que cantaaaaaaba el rey Daviiiiiid etc. Etc. [sic]” (Mayer, 6 de junio de 1943, p. 41).

Aún más, los miembros de la familia negociaron los términos para intercambiar sus cartas con el fin de generar un sistema clasificatorio que les permitiera mantener el diálogo a la distancia y lo fueron construyendo con base en las circunstancias enfrentadas. Esto refleja que la familia acostumbró la comunicación epistolar (Mayer, 2016; Lerma Mayer, 2022), adaptando sus saberes a la nueva circunstancia. En la primera nota, William indicó que debían escribir una vez por semana por correo aéreo; realizar copias de todas las cartas escritas, numerando cada una consecutivamente y, al desembarcar, enviar un telegrama con la palabra “llegamos” (Mayer, 25 de julio 1942, p. 1). Ante estas normas paternas, Trixie y Leonardo mandaron uno el 7 de septiembre diciendo: “Todo perfecto. Amor de ambos” y a lo largo de su viaje, cumplieron las indicaciones (Mayer, 7 de septiembre de 1942, p.1).

Los vínculos afectivos estructuraron la correspondencia. Trixie escribió sus cartas dirigiéndolas a una o varias personas dependiendo de lo que quería comunicar. Ubicó dichos comentarios al principio de cada carta y estableció en ellos los objetivos que dictarían el formato y contenido del texto, o bien, los ubicó al final cuando evaluó si los había cumplido. Cuando los escribió al inicio, enunció el objetivo del escrito, dictó las estrategias implementadas en su escritura para estructurar el contenido de sus reflexiones, estableció con quién pretendía mantener el diálogo epistolar, y eligió cómo la carta se materializaría. Aún más, el contexto y momento que vivía tuvieron impacto en el proceso de escritura. El lugar físico donde escribía, la frecuencia de la comunicación y la longitud del documento influyeron en el cumplimiento de los objetivos. Estas reflexiones las hizo a lo largo del cuerpo de la carta.

Trixie registró el método que seguiría para producir sus cartas y desarrolló diversas aproximaciones dependiendo del objetivo que quiso cumplir. Así, tras dos días de recibir varias cartas de su familia que no le habían llegado por un periodo prolongado, escribió:

Hay tantos miles de comentarios que quiero hacer y cosas que quiero contestar que no sé dónde comenzar, pero lo haré poquito a poco, saltando felizmente de un tema a otro y de una persona a otra conforme me salten a la mente (Mayer, 2 de febrero, 1945, p. 1).

Trixie enunció que rompería la regla epistolar del orden de la carta, acercándose más a una comunicación oral que una escrita, por su felicidad desbordada de recibir noticias de casa. También incorporó a las cartas materiales como telas o dibujos para ayudar a comunicar su objetivo (Mayer, 16 de marzo, 1943, pp. 13 y 17). Así, cuando las palabras no le fueron suficientes para cumplir su deseo, expresó, graficó o, incluso, adjuntó objetos para hacer llegar su mensaje, y fue a través de sus prácticas epistolares que les facilitó a sus lectoras comprender su experiencia a pesar de la distancia espacio-temporal.

Cuando Trixie no escribía, pensaba sobre las temáticas que más adelante le comunicaría a su familia:

Ya pasaron unos días y realmente tengo que terminar esto y mandarlo, pero no sé qué más escribir. Tenía muchas ideas durante el día y ahora que tengo la oportunidad de ponerlas en papel, ¡se han ido! Está frío y lluvioso y mojado allá afuera, pero yo estoy cómoda y calientita [sic] y seca (Mayer, 14 de enero, 1944, p. 7).

Así, el proceso de escritura no sólo le generó placer y emoción, sino también frustración, pues su memoria la traicionó en el momento que consideraba que más la necesitaba para lograr transmitir sus objetivos. Por esta razón, hizo uso de su diario personal para asegurarse de que no se le olvidara ningún detalle importante (Mayer, 14 de enero, 1944, p. 5; 12 de enero, 1945, p. 1).

También aludió a las razones por las cuales decidía terminar la carta, cerrarla y enviarla, ya sea porque se había extendido demasiado y estaba exhausta, porque había cumplido con el objetivo establecido, porque tenía que trabajar o porque ya lo había escrito en otra carta (Mayer, 8 de enero, 1944, p. 4; 12 de abril, 1944, p. 12; 23 de junio, 1944, p. 3; 5 de enero, 1943, p. 13). Dicha autoevaluación la acompañó de una despedida amorosa y de su firma, su inicial, o su número de identificación militar. En ocasiones, si completaba el objetivo de la carta y le sobraba espacio en el papel, aprovechaba la posdata para escribir sobre más temas o comentar sobre su incomodidad ante el hecho de no saber qué más decir y no querer dejar vacío el espacio sobrante (Mayer, 5 de enero, 1943, p. 14). Entonces, garigoleó, rayó o trazó otra despedida con letra más grande para abarcar más espacio.

Trixie incorporó material visual, como retratos fotográficos, polifotos, postales que mostraran los lugares que visitaba o fotografías de su cotidianidad para hacer que su comunicación fuera más eficiente (Mayer, 1 de febrero, 1944, p. 9; 4 de julio, 1944, p. 1; 6 de marzo, 1944, p. 1; 3 de octubre, 1942, p. 2). Los retratos que se tomó en estudios especializados fueron pocos, por tener un costo alto (Mayer, 5 de enero, 1943, p. 10; 1 de marzo, 1945, p. 1). Solo decidía invertir su dinero en ello cuando ocurría un momento especial como su ingreso al servicio militar o su ascenso de rango militar (Mayer, 15 de marzo, 1943, p. 1; 28 de febrero, 1945, p. 1). Las fotografías complementaron sus prácticas epistolares al permitirle expandir los medios de transmisión de su experiencia.

En algunas ocasiones, su objetivo principal no estuvo motivado por el deseo de transmitir un mensaje en específico, sino por el acto de escribir en sí:

Estoy muy aburrida y pienso que empezaré una carta, no sé de qué escribiré todavía, pero probablemente “algo” se me ocurrirá. [...] Bobby, estoy completamente de acuerdo con los comentarios de Leonardo. Nosotros no esperamos que escribas cartas muy largas cada semana. Yo sé qué difícil es y también sé que antes odiaba escribir cartas cuando se trataba de “querida tía x, muchas felicidades, etc.” [...] Pero si realmente te interesa la persona con la que te escribes, fácilmente puedes encontrar algo que decir. Y en cuanto a lo de tener tiempo, no se necesita tanto, lo único que se necesita son suficientes ganas para hacerlo y autodisciplina para sentarse y escribir, no sólo la intención de hacerlo y dejarlo para otro momento. [...] No tienes que estar en un lugar especial o una mesa ni nada. Durante estos 2-3/4 años, muy pocas veces he escrito mis cartas mientras estoy sentada en una mesa. La mayoría las he hecho en momentos raros, en la cama, entre trabajos, esperando en filas, hasta en trenes. Y tú tienes un cuarto para ti solo, con una mesa, silla, tinta y papel. No tienes que buscar tu material en una bolsa de tejer y buscar un lugar para sentarte y escribir o tener 20 personas hablando y haciendo ruido a tu alrededor. Muestra muy poco interés de tu parte hacia nosotros y muy poca imaginación de lo que se siente estar tan lejos de casa, de todos y de todo lo familiar y lo que significa tener unas cuantas palabras de allá. La vida de una parece que consiste en esperar de un envío a otro, en la espera de que algo pueda llegar, incluso si estás haciendo cosas y disfrutando de nuevas experiencias al mismo tiempo. Así que ¿qué dices Bobito? (Mayer, 31 de mayo, 1945, p. 1).

Ante su necesidad por ocuparse en alguna posible actividad y elegir la escritura, interpeló a su hermano menor por no escribirles lo suficientemente seguido a ella y a Leonardo y, en el trayecto, reflexionó sobre el proceso escritural y de prácticas epistolares. Ella concibió su intercambio de misivas como un diálogo y como una continua y persistente práctica que puede –¿y debe? – ser realizada en cualquier lugar y momento, a pesar de las circunstancias en las que se encuentra, por ser una muestra genuina del interés que la remitente muestra hacia la destinataria o destinatario. Además de servir como un mecanismo para compartir experiencias, celebraciones o sentires, es un dispositivo para hacerse presente desde la distancia, para acompañar a personas queridas mientras atraviesan situaciones difíciles o extraordinarias y para ejercitar la creatividad.

La materialidad de la escritura también fue relevante. La mayoría de las cartas de Trixie estuvieron escritas a mano, con su pluma fuente y con tinta azul. Esto fue tema de conversación, específicamente cuando ésta se descompuso y la sustituyó. Tanto su pluma como su diario y papeles se convirtieron en sus acompañantes inseparables durante todo su viaje. Aunque Trixie también produjo cartas con una máquina de escribir. En la primera carta enviada desde Inglaterra, declaró:

En primer lugar, tengo que confesar que he hecho una terrible cosa. Estoy sola en el hotel Avondale [...]. Hay una cantidad tan terrible de cosas que les quiero contar que necesito mecanografiar; todas mis cosas están en la estación Paddington, así que subí al tercer piso al cuarto de Leo, abrí su maleta con mi llave extra y extraje su máquina y papel… [no es una acción muy buena ¿verdad?] (Mayer, 9 de septiembre, 1942, p. 1).

Ante la premura de registrar su historia, ella decidió utilizar la máquina de su hermano para lograr su objetivo más rápidamente. Una vez que ingresaron al servicio militar, Trixie ya no tuvo acceso a máquinas, por lo que escribir a mano se convirtió en una práctica dolorosa, pues no dejaba de tener calambres de escritores o writer’s cramp (Mayer, 15 de marzo, 1943, p. 2). Eventualmente, se acostumbró tanto que hasta consideró que se sentiría rara de volver a escribir a máquina (Mayer, 11 de febrero, 1943, p. 1).

Ella escribió y leyó misivas incansablemente. Lo hizo en las noches, en su dormitorio, con la ayuda de velas para iluminar sus palabras; en los jardines floreados del verano inglés; en los trenes en movimiento cuando iba o venía de Londres; en su espacio laboral durante los momentos con poca carga; en los restaurantes cuando comía o sentada frente a las chimeneas en las salas de las casas de sus familiares u hoteles. Los lugares donde escribió dejaron una huella en el documento: el movimiento del tren se trasladó a la imprecisión de su escritura, mientras que ésta fue precisa, derecha y redonda cuando redactó en lugares tranquilos; las manchas de comida se traspasaron al papel cuando escribió mientras comió, y cuando las hizo en el trabajo, las constantes interrupciones impidieron que mantuviera una narración fluida (Mayer, 1 de octubre, 1943, p. 5). Su viaje de regreso a México marcó la espacialidad de su correspondencia. Concluyó la última carta que escribió desde el Reino Unido como ‘La transmisión europea se da POR TERMINADA’ (Mayer, 22 de junio, 1946, p. 2. [Mayúsculas en el original]) y posteriormente redactó desde el barco Aquantica:

Querida familia, aquí y allá, este-y-de-otro-lado-del-charco-el-cual-estoy-a-la-mitad. Bueno familia, aquí hay agua en todas partes, moviéndome más cerca y más cerca hacia uno de ustedes y más lejos y lejos de otros y desde donde vengo… Eso no hace sentido, ¿verdad? Trataré de ser más coherente. Debido a que mi última carta probablemente ya les llegó, ya tendrán alguna idea de lo frenética que fue mi última semana en Inglaterra (27 de junio, 1946, p. 1).

A través de la descripción del lugar y temporalidad mientras escribió la carta, entendiéndola como práctica epistolar, Trixie expresó el objetivo de su mensaje y, en este caso, su narración y sentir respecto al espacio marítimo del barco en movimiento cobró significado sustancial en su tan esperado regreso a casa.

Cuando escribió lo suficientemente seguido, consideró que su narrativa epistolar estuvo al corriente del registro de sus vivencias y se congratuló por llegar a su meta (Mayer, 6 de abril, 1943, p. 1). Pero lograr que no se le acumulara el material implicó un continuo y gran esfuerzo de parte suya, pues la cantidad de vivencias, diálogos y reflexiones sobre las que planeó escribir no necesariamente correspondían al tiempo disponible (Mayer, 12 de junio de 1944, p. 1).

La mayoría de los mensajes respecto a la frecuencia de su escritura reflejaron sentimientos de frustración, vergüenza y enojo por no mantenerse al corriente en sus escritos. Su principal barrera fue la falta de tiempo causada por la cantidad de trabajo, cansancio, viajes, mala administración en leer y dar respuesta a las cartas recibidas (Mayer, 14 de enero, 1944, p. 3.; 26 de agosto, 1943, p. 13; 24 de noviembre, 1942, p. 18; 22 de julio, 1944, p. 1). Al considerar el tiempo disponible para escribir en relación con los objetivos que quiso cumplir, ejercitó una estrategia más libre y menos estructurada, que no le tomara tanto tiempo para su planeación. En suma, el tiempo que invirtió en esta primera etapa de escritura no sólo abarcó el momento de graficar palabras, sino también aquél de su planeación.

Retomando el fragmento al inicio de esta sección, la escritura epistolar de Trixie en los espacios donde estuvo fue causa de curiosidad y discusión de sus compañeras de trabajo y de sus superiores (Mayer, 23 de abril, 1944, p. 4; 5 de febrero, 1943, p. 11). Esta tampoco pasó desapercibida por ella misma y, en el marco de la guerra, en el que la cantidad de correspondencia transportada fue inmensa, Trixie consideró que la contribución de la familia Mayer Nordwald fue bastante cuantiosa. Es por ello que les consultó, sarcásticamente, sobre ‘¿quién inventó esa palabra [epístola]? ¿Acaso la familia Mayer ya tiene la patente para ella?’ (Mayer, 19 de mayo, 1945, p. 1), y también se preguntó por la cantidad de documentos, textos, hojas y palabras que produjo a lo largo de su estancia (Mayer, 26 de agosto, 1946, p. 31). Así, el proceso escritural tomó mucha relevancia en su comunicación epistolar y su entendimiento permite conocer procesos epistémicos contextuales.

4. El trayecto, la recepción y la conservación como prácticas epistolares

Creo que no les comenté lo que hizo una chica que conocí en Morecambe.3 Era una simpática pequeña muchacha escocesa […]. Un día, recibió un paquete de casa y me dio un gran pedazo de pastel y galletas que tenía “porque yo estaba tan lejos de casa y no podía recibir paquetes”. Luego, un día, recibí una carta de su madre diciendo que Mary le había escrito sobre mí y le pidió que me escribiera. Ella fue muy feliz haciéndolo ya que sabía que las cartas desde casa tardaban mucho tiempo en llegarme y, de sus hijos, sabía que todo el mundo en los servicios se emocionaba mucho al recibir las cartas. Que cuando quisiera le podría escribir y le contestaría. […] ¿No fue algo muy lindo? ¡Pensé que fue muy amable y considerada de su parte! (Mayer, 24 de noviembre, 1942, p. 9).

Un tema recurrente en su diálogo epistolar fue respecto al traslado de la correspondencia, un mal necesario al que Trixie debió descifrar, entender y buscar estrategias para asegurarse de que sus cartas llegasen a su destino en tiempo y forma. Las problemáticas a las que se enfrentó fueron: la comunicación fragmentada a causa del tiempo que tardaba la correspondencia en llegar de un continente al otro; los altos costos de envío, así como la –posible– pérdida de los documentos y su maltrato en el trayecto.

Intentó deducir patrones que le dieran luz para entender cuánto tiempo tardaban en llegar los documentos a cada lado del Atlántico. Calculó el tiempo de traslado de México al Reino Unido con base en el sello de salida y el día de la llegada de las cartas a sus manos, el cual fue de uno a cuatro meses (Mayer, 14 de febrero, 1944, p. 7). A su vez, registró el día en que envió sus cartas y le solicitó a su familia que en su respuesta incluyeran el día de arribo (Mayer, 16 de marzo, 1943, p. 1; 6 de noviembre, 1944, p. 1). Cuando no lo hicieron y, por ende, no pudo registrar el tiempo del traslado, se quejó: “me gustaría que alguien me dijera qué número de cartas mías van recibiendo. Pero pareciera que todo el mundo cree que los otros me han escrito para decirme qué cartas han llegado y nadie lo hace” (Mayer, 20 de octubre, 1943, p. 5). Intencionalmente buscó maneras de monitorear la continuidad de su narrativa ya que resguardar íntegramente su correspondencia era una prioridad para ella.

El trayecto vulneró la propia existencia de las cartas, especialmente durante una guerra en la que los transportes, aéreos o navales, corrían el riesgo de ser atacados. Por consecuencia, las misivas podían perderse; situación que sucedió en momentos álgidos del conflicto, por ejemplo, el Día D. La familia Mayer buscó generar estrategias para que, en caso de que la carta no llegara a su destino final, por la razón que fuere, pudiera ser reescrita. Trixie registró en su diario las temáticas abordadas en cada misiva, desde México generaron copias en carbón cuando escribieron a máquina y registraron las cartas enviadas y recibidas. El acto de recibir una carta se convirtió en algo sumamente simbólico, como se evidencia en el fragmento siguiente:

Querida familia: acabo de pasar una hora muy placentera con ustedes. Eso es, leyendo sus cartas (¡whew, qué conjunto de cartas has mandado, Leonardo! ¡Ahora entiendo por qué no había recibido nada en días!). Realmente me desperté y “volví en sí” con un gran choque al encontrarme aquí, sentada en mi cama, en una cabaña enorme, poco amistosa, fría y deshabitada (Mayer, 13 de septiembre, 1944, p. 1. [Cursivas en el original]).

La recepción de las cartas de ambos lados del Atlántico fue un tema relevante de discusión. En palabras de Bouvet (2006), y esto lo describió Trixie, no sólo eran una conversación epistolar, sino simbolizaban la extensión corporal de la remitente, en una conexión personal con la vida cotidiana de sus seres queridos y en un acompañamiento desde la distancia en todo momento; en especial, cuando más sola se sentía. A pesar de recibir las cartas meses después, estas se convirtieron en un mecanismo para disminuir la lejanía espacio temporal con su familia nuclear ya que sentía que, al leerlas, sus presentes se unían.

El acto de recibir o dejar de recibir cartas familiares tuvo un gran impacto en la experiencia de Trixie y sus reflexiones oscilaron entre dos extremos de emociones: las positivas de alegría, euforia, placer y regocijo, cuando le llegaban, y las negativas de tristeza, extrañamiento, nostalgia, aislamiento y frustración, cuando pasaban meses sin tener ninguna. En cuanto a las primeras, éstas surgieron en los momentos en los que recibió cualquier tipo de comunicación de parte de su familia, ya sean cartas, postales, paquetes o fotografías (Mayer, 4 de octubre de 1942).

Su condición de extranjera, particularmente viniendo de un país lejano, potenció la importancia de la correspondencia por ser el único medio a partir del cual tenía contacto con su familia. Mientras que sus compañeras inglesas podían tomar un tren y estar con sus seres queridos en un día, además de que su correspondencia tomaba menos tiempo en llegar, ella tenía que aceptar el tiempo prolongado del trayecto y dependía del arribo de dichos objetos para enterarse de las noticias de México y sentirse cerca de sus parientes. Por esta razón, Trixie expresó que consideraba muy importante recibir epístolas de ellos y lo mucho que la animaban (Mayer, 23 de enero, 1943, p. 1; 2 de enero, 1945, p. 1). En sus palabras:

Madre, ahora a tus cartas. Si supieras qué maravilloso es recibirlas. No tienes que esperar a que sucedan eventos especiales para escribir de ellos. Es maravilloso escuchar sobre lo que hacen en su día a día e imaginar a todos y todo (Mayer, 13 de enero, 1943, p. 3).

Tras largos periodos de silencio epistolar, los días que recibía cartas eran de alegría y, en general, recibía varias al mismo tiempo, incluso algunas que fueron escritas con varios meses de diferencia (Mayer, 24 de noviembre, 1942, p. 15; 15 de marzo, 1943, p. 1). A estos días los nombró como “día de letra roja”,4 término utilizado en varios países para nombrar cualquier día considerado como especial, memorable o significativo, y que era marcado en el calendario con tinta roja (Mayer, 24 de noviembre, 1942, p. 15). Trixie se sintió eufórica en esos días y, a la vez, abrumada porque quiso absorber todo simultáneamente. Las leía, contestaba y enviaba, y nuevamente comenzaba el tiempo de espera que, en un inicio, era de expectativa y curiosidad por saber las noticias y paquetes que vendrían a continuación (Mayer, 24 de noviembre, 1942, p. 16; 24 de abril, 1945, p. 1), pero tras varios meses de ausencia, emociones de tristeza, frustración y ansiedad surgieron, como lo describió en el siguiente fragmento:

Querida mamá,
Tu carta fue maravillosamente larga y explícita. Es chistoso que las otras muchachas reciben cartas cada dos días, pero ¡tan chiquitas! Yo tengo que esperar más tiempo (más de un mes esta vez) pero cuando las recibo, ¡vale la pena la espera! Me toma horas cada vez que tengo que leerlas y las otras preguntan ¿qué es lo que sigue leyendo Trixie? (Mayer, 31 de octubre, 1942, p. 8).

El acto de recibir correspondencia, en tanto extranjera, fue atravesado por una multiplicidad de emociones que no se vivían únicamente de forma individual, sino colectivamente. Las cartas adoptaron significantes muy particulares en sus diferentes momentos, los cuales propiciaron su conservación, o no, en el tiempo, como se analiza a continuación.

Estaba preguntándome, ¿cuántos kilos de papel he de haber utilizado para escribirles? Me supongo que es un gran libro, ¿no? Cuando regrese, probablemente habré olvidado muchas de las cosas que escribí, así que tendré que encerrarme sola y leer mis aventuras y teorías. ¿Las están manteniendo en algún tipo de folder y ordenándolas en secuencia? Pa que no mi’aga yo bolas… (Mayer, 26 de agosto, 1943, p. 31. [Cursivas originalmente en español]).

Una de las prácticas epistolares más importantes para Trixie fue la de generar estrategias para conservar la correspondencia para el futuro y, con ello, construir su propio archivo epistolar de la guerra. Esto lo hizo desde el inicio de su trayecto, pues dos días después de haber salido de México, Trixie escribió en la parte superior de una postal “Por favor guarden todas las cartas y postales” (Mayer, 12 de agosto de 1942). A partir de entonces, su experiencia epistolar estuvo atravesada por un deseo por producir huellas narrativas veraces, válidas, legítimas e inteligibles y por generar mecanismos para resguardar la memoria para sus futuras lectoras.

Ella indicó que la totalidad de la correspondencia familiar, no sólo la escrita por ella, podría llegar a ser publicada por su valiosa aportación a la literatura sobre los viajes en el siglo XX realizados en el continente europeo y, por ende, debía ser conservada. Utilizó una palabra compuesta en inglés “tripistle” donde se mezclan viaje (trip) y epístola (epistle) (Mayer, 12 de junio, 1946, p. 3; 18 de julio, 1946, p. 8). De esta manera, se adscribía a la larga tradición de personas –de élite, letradas y capaces de expresarse– que narraron las memorias de sus viajes en formato de carta (Hallal, Clasen de Paula y Muller, 2015), conociendo la posibilidad de socializar sus textos por considerarlos relevantes. Trixie imaginó que podrían compilar estas cartas de viaje y publicarlas bajo el nombre de “los viajes de la familia Mayer” (Mayer, 24 de noviembre, 1942, p. 2; 12 de junio, 1946, p. 1). Si bien ni ella ni sus familiares lo hicieron, sí consideraron el cuidado de estos documentos como algo importante, pues daban cuenta de historias dignas de conservar.

Trixie también explicitó lo que eliminó. Casi al final de la guerra se vio ante la necesidad de deshacerse de objetos, pues, ante la limitante de espacio de la institución militar, observó que tenía más cosas de las que podía resguardar y compartió:

He estado leyendo cartas viejas y viendo qué puedo romper porque tengo muchas torres y ya sabes, Leonardo, es chistoso ver los sobres de “LAC Mayer” a “LACW Mayer” luego de “LAC Mayer” y todos los cambios, y luego parejo, parejo nuevamente y luego de sgt. y ahora, los dos como oficiales, ¡chispa! o ¿no? (Mayer, 28 de mayo de 1945, p. 8 [cursivas en el original en español]).

Independientemente de que los consideró como desechables, de ellos, Trixie rescató la narrativa que contaron. Así, recordar la discusión sobre los archivos es relevante pues ellos se conforman tanto por lo que está presente como por lo que está ausente.

5. Los silencios como práctica epistolar

No sólo las palabras, el texto y el diálogo formaron parte de la correspondencia, sino que también el espacio vacío, el silencio, la censura, los huecos, lo inacabado de la narrativa y las ausencias fueron constitutivas. Ya sean voluntarias o involuntarias, estas faltas de información u objetos demarcaron la producción del relato y se convirtieron en prácticas epistolares sobre las que Trixie reflexionó.

El primer silencio debe entenderse en el marco de la guerra y se relaciona con el hecho de que el conocimiento fue una de las principales armas de ataque o de defensa bélica. El gobierno inglés implementó una serie de mecanismos para evitar que las personas quisieran o tuvieran la intención de intercambiar información confidencial, y, en caso de producirla, impedir que ésta fuera interceptada en el trayecto; en caso de ser interceptada, procurar que no fuera entendida y, a la vez, que no fuera conservada. Como primer paso, quienes ingresaron a las instituciones militares inglesas firmaron el Official Secret Act, contrato que les prohibió, entre otras cosas, intercambiar cualquier tipo de información laboral considerada confidencial con personas fuera del grupo de trabajo durante su participación en la guerra y por los siguientes treinta años. En caso de realizarlo, obtendrían un castigo de dos años de prisión (Drifte, 2011). Las temáticas prohibidas incluían ubicaciones, personas, armamento, situaciones, etc., que, de ser obtenidas por el enemigo, podrían ser utilizadas en contra. Trixie no hizo mención a este contrato, sin embargo, es probable que ella y Leonardo lo hubieran firmado en los primeros días de su llegada, pues era parte del protocolo de ingreso. Además, en el cuerpo de las cartas, Trixie especificó que sabía información que no podía compartir, porque trabajó en espacios de inteligencia militar británico en los que tenía acceso a información privilegiada; reflexión que ahondo con mayor profundidad en mi tesis (Lerma Mayer, 2022).

Si bien las personas que ingresaron al servicio militar supieron de dicha prohibición, la filtración de información, voluntaria o involuntaria, podía ocurrir y tener grandes consecuencias para los lados involucrados (Smith, 2011). Las instancias militares inglesas implementaron mecanismos para controlar e interceptar conocimiento producido en cartas, fisurando su disyuntiva entre lo público y lo privado (Bouvet, 2006). Uno de ellos fue la instauración de censores, quienes eran militares con rangos de oficiales, principalmente hombres, encargados de leer la correspondencia que salía y entraba. En caso de detectar información sensible, el censor podía cortar o tachar fragmentos o desechar la carta por completo para impedir que llegara a su destino (Hoover Institution Library and Archives, s.f.).

El censor fue uno de sus interlocutores, ya que Trixie sabía que leía sus cartas, y que tenía el poder legítimo de modificar, fragmentar y eliminar sus memorias. Para evitarlo, ella se dirigió a él explícitamente en la escritura, generando una especie de complicidad que también se hacía extensiva a la institución. Cuando escribió sobre su trabajo, aclaró que escribía aquella información que podía, pero que definitivamente no era toda la que sabía, por lo que su narrativa debía ser entendida desde ese silenciamiento estructural. Lo anterior se vio en la carta escrita el 12 de junio de 1944, que consta de 10 fojas, y en la que narró su participación en el Día D, la invasión a Normandía. Inició mencionando que “no ha pasado mucho desde la última vez que les escribí, pero comenzaré esta carta para evitar que se me junten después los temas, cosa que generalmente me pasa…” (Mayer, 12 de junio de 1944, p. 1). Continuó agradeciéndole a sus tías y a su padre por los paquetes recibidos y contando sobre los viajes tranquilos que tuvo en Londres. Comentó que el 6 de junio vio a su amigo mexicano Salvador y describió que fueron a un bar y después, como cualquier otro día, regresó a trabajar:

Y esa noche, tal como las otras, comenzamos nuestro turno a las 12. Estábamos entrando al cuarto de operaciones. […] Alguien dijo: “me pregunto si será una noche ocupada.” Alguien más preguntó “¿habrá mucho por hacer hoy? Que no puedo ver, se ve bastante silencioso.” Cuando entré y vi la mesa, mi estómago se cayó. Había algo en la mesa que nunca había estado ahí antes. ¡Cuántas tropas yendo en todas direcciones! Parecía que iban a un solo punto, se juntaban… ¿será posible? Yendo al sur… ¡hacia Francia! ¡Y las masas de aviones acompañándoles! ¿En realidad podría ser el día D? ¿El inicio de la tan esperada invasión? O –pensamiento horrible– sólo un ejercicio. Después de una hora, estábamos seguras que realmente era el día D. ¡Qué noche! Fue emocionante, maravillosa. No me la hubiera perdido por nada en el mundo. Todas queríamos la oportunidad de ver el inicio. Obviamente sabíamos que sería durante el turno de la noche y deseábamos que nos tocara. ¡Cuánta suerte la nuestra! […] Pensaba, toda Inglaterra y el resto del mundo está dormido y no sabe nada, pero ¡yo estoy viendo la invasión más grande en la historia! […] y de pronto, eran las 8 de la mañana y mi turno concluyó (Mayer, 12 de junio, 1944, p. 5. [Subrayado original]).

Después, señaló que no pudo dormir al regresar a su casa, que escuchó con sus amigas el mensaje de Churchill y que celebraron juntas. Continuó narrando su cotidianidad. Antes de terminar, le dirigió un mensaje al censor asegurándole que toda la información estaba impresa en los periódicos, que no dio datos, nombres o locaciones específicas y que, por ende, no tendría ninguna razón para censurar la carta. Concluyó diciendo que fue al cine, tomó té.

En esta carta podemos deducir prácticas epistolares de preservación pensadas para pasar los filtros de censura militares durante una de las noches más importantes de su vida y de la historia de esa guerra: comenzó y terminó la carta contando actos comunes que no alertarían el radar de la censura; realizó su narración sobre el Día D en las páginas intermedias por lo que, considerando que los censores tenían que leer cientos de cartas diariamente, se enfocarían en las primeras y las últimas para decidir sobre el contenido. Finalmente, en el caso de que este personaje hubiera leído toda la carta, le explicó que lo expuesto era de conocimiento público y que omitió descripciones sensibles. No sabemos si la carta está completa porque el censor la leyó toda y consideró que la información no era peligrosa, o la leyó a medias o no la leyó en absoluto, sin embargo, sabemos que Trixie implementó prácticas epistolares estratégicas y contextualmente adaptadas al medio de comunicación, pues le interesaba que su historia fuese leída.

En otras misivas sí existe la huella del vacío de los censores, como sucedió cuando uno de ellos recortó un par de líneas de la hoja que consideró confidencial (Figura 1), y debido a que estas cartas están escritas en ambos lados, también quitó información del otro lado –la cual no necesariamente era confidencial– .

Figura 1
Fragmento de carta recortada por el censor inglés
Fragmento de carta recortada por el censor inglés
Fuente: Carta de Trixie Mayer a familia. 18 de julio, 1943, p. 10.

Ante el borramiento o destrucción de sus cartas, Trixie buscó alternativas para llenar ese vacío. Por ejemplo, en respuesta a la petición de su familia por enviarles fotografías de donde vivió, ella contestó “me dicen que les gustaría una fotografía de nuestras cabañas. Tendrá que ser una fotografía narrada porque claro que no se permiten cámaras en el campamento”, y continuó describiendo, con palabras, su casa y sus espacios, adaptándose a un medio descriptivo para cumplir con el deseo sin romper las reglas (Mayer, 1 de julio de 1943, p. 2).

Los silencios expuestos hasta ahora fueron voluntarios. Pero también existieron otros tipos de silencios involuntarios que tensionaron la relación entre el pacto de veracidad en la escritura epistolar con la subjetividad constitutiva y parcial del archivo. Estos se materializaron cuando Trixie enunció, afligida, las posibles ausencias en sus narrativas como resultado de errores propios y que dialogaron con su cotidianidad y contexto: mala memoria por el estrés o por el agotamiento de los horarios de trabajo; dificultad para encontrar las palabras adecuadas que le permitieran comunicar eficientemente sus experiencias o falta de tiempo para escribir aquello que testificó.

Dichas prácticas epistolares, entendidas como justificaciones, fueron acompañadas por disculpas y por la descripción de sus estrategias empleadas para enmendar estos “errores”: usó su diario como recordatorio, pidió compasión por su mala letra o escribió sintéticas postales para compensar la falta de tiempo que le impidió redactar cartas más largas. Cuando se dio cuenta de que le faltó algún detalle, lo retomó más adelante en su misiva y dibujó una flecha para identificar la continuación de la idea (Mayer, 26 de agosto de 1943, p. 2). Expresó estar consternada por “dejar fuera de mis memorias detalles importantes de mi vida” y consideró que estos silencios eran negativos ya que opacaban la veracidad y totalidad de su experiencia narrada, que como expuse anteriormente, le interesó lograr (Mayer, 29 de septiembre, 1942, p. 3).

Finalmente, Trixie nombró a dichos documentos de forma diferente a lo largo del tiempo: su diario, un libro o manuscrito, sus memorias, su contribución a la literatura, la historia de su vida, la historia que se estaba gestando, el reporte de sus vacaciones, un reportaje gráfico, pedazos de narraciones, la historia de sus hechos o acciones, una entrega de sabiduría y un boletín semanal. Por ello, para Trixie, su familia e, incluso para mí, estos objetos escriturales son más que un conjunto de documentos producidos en un momento y por una persona o grupo particular. Más bien son afectos, historias, silencios y presencias que construyen memoria y narrativas personales, familiares, sociales e históricas.

6. Reflexiones finales

Figura 2

Fuente: Fragmento de carta de William Mayer a Trixie y Leonardo, 18 de mayo de 1945, p. 1.5

Como lo menciona William en el fragmento que le escribe a su hija e hijo (Figura 2), el quehacer epistolar de la familia Mayer Nordwald, específicamente si consideramos los escritos de Trixie, fue un tema recurrente en su diálogo a la distancia y que constituyó la conformación de su narrativa. Por ello, estudiar la manera en la que la escritura y la comunicación se configura, a través de prácticas epistolares, permite complejizar personal, familiar y contextualmente los archivos epistolares como este.

A pesar de las limitantes establecidas por el contexto y su vida, Trixie reflexionó sobre sus prácticas epistolares respondiendo a preguntas sobre el proceso escritural, de recepción, trayecto, silencios y continuidad. Esto con el fin de construir narrativas legítimas, válidas, veraces e inteligibles. Su análisis da pistas para entender cómo su narrativa estaba intencionada por múltiples factores y atravesada por el contexto, sus afectos, interlocutoras, el espacio y el tiempo. Su contenido y su quehacer son hilos conductores de su experiencia entretejidos por afectos, relaciones de poder, ausencias y voces que traspasan las barreras del tiempo y del espacio. Son narrativas estratégicas que colocan en el centro a una mujer mexicana en la SGM y que vislumbran subjetividades en transformación y prácticas epistolares provocadas por un evento bélico y su participación activa en él.

Las cartas, entonces, se convierten en puentes frágiles que garantizan la presencia en la ausencia, la continuidad de la relación y afectos, así como la prolongación en el tiempo de la experiencia materializada en huellas epistolares (Bjerg, 2018). Las mujeres que las hicieron son sujetos epistémicos que navegan contextos y producen mecanismos para asegurar que su historia transcienda su vida. Bajo el entendido de que ninguna comunicación es transparente y, por ende, debe entenderse desde su contexto y su proceso de producción, pensar en prácticas epistolares permite entender cómo sus autoras construyen sus memorias e identidades.

Fuentes documentales utilizadas

  1. Mayer, T. (12 de agosto de 1942). Postal a su abuela. Archivo Trixie Mayer (ATM).

  2. Mayer, T. (7 de septiembre de 1942). Telegrama. (ATM).

  3. Mayer, T. (9 de septiembre de 1942). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  4. Mayer, T. (29 de septiembre de 1942). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  5. Mayer, T. (3 de octubre de 1942). Postal a Rosi (ATM).

  6. Mayer, T. (4 de octubre de 1942). Carta a tías (ATM).

  7. Mayer, T. (31 de octubre de 1942). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  8. Mayer, T. (24 de noviembre de 1942). Carta a familia Mayer Nordwald y a tías (ATM).

  9. Mayer, T. (5 de enero de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  10. Mayer, T. (13 de enero de 1943). Carta a Rosi (ATM).

  11. Mayer, T. (23 de enero de 1943). Carta a Betty (ATM).

  12. Mayer, T. (5 de febrero de 1943). Carta a tías (ATM).

  13. Mayer, T. (11 de febrero de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  14. Mayer, T. (15 de marzo de 1943). Carta a tías (ATM).

  15. Mayer, T. (16 de marzo de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  16. Mayer, T. (6 de abril de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  17. Mayer, T. (6 de junio de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  18. Mayer, T. (12 de junio de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  19. Mayer, T. (1 de julio de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  20. Mayer, T. (18 de julio de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  21. Mayer, T. (26 de agosto de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  22. Mayer, T. (1 de octubre de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald. (ATM).

  23. Mayer, T. (20 de octubre de 1943). Carta a familia Mayer Nordwald. (ATM).

  24. Mayer, T. (8 de enero de 1944). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  25. Mayer, T. (14 de enero de 1944). Carta a tías (ATM).

  26. Mayer, T. (1 de febrero de 1944). Carta a Rosi (ATM).

  27. Mayer, T. (14 de febrero de 1944). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  28. Mayer, T. (6 de marzo de 1944). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  29. Mayer, T. (12 de abril de 1944). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  30. Mayer, T. (23 de abril de 1944). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  31. Mayer, T. (12 de junio de 1944). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  32. Mayer, T. (23 de junio de 1944). Carta a familia William Mayer (ATM).

  33. Mayer, T. (4 de julio de 1944). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  34. Mayer, T. (22 de julio de 1944). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  35. Mayer, T. (13 de septiembre de 1944). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  36. Mayer, T. (6 de noviembre de 1944). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  37. Mayer, T. (2 de enero de 1945). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  38. Mayer, T. (12 de enero de 1945). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  39. Mayer, T. (2 de febrero de 1945). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  40. Mayer, T. (28 de febrero de 1945). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  41. Mayer, T. (1 de marzo de 1945). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  42. Mayer, T. (16 de marzo de 1945). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  43. Mayer, T. (24 de abril de 1945). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  44. Mayer, T. (19 de mayo de 1945). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  45. Mayer, T. (28 de mayo de 1945). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  46. Mayer, T. (31 de mayo de 1945). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  47. Mayer, T. (12 de junio de 1946). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  48. Mayer, T. (22 de junio de 1946). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  49. Mayer, T. (27 de junio de 1946). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  50. Mayer, T. (18 de julio de 1946). Carta a Leonardo Mayer (ATM).

  51. Mayer, T. (26 de agosto de 1946). Carta a familia Mayer Nordwald (ATM).

  52. Mayer, W. (25 de julio de 1942). Telegrama (ATM).

  53. Mayer, W. (18 de mayo de 1945). Carta a Trixie y Leonardo (ATM).

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Smith, M. (2011). The secrets of Station X. How Bletchley Park helped win the war. Londres: Biteback Publishing Ltd.

Notas

1 El término secretario tiene tres acepciones: persona que escribe cartas, mueble en el que se escriben las cartas y libro. En este último caso, se trata de manual que establece la normatividad de las cartas. La etimología de los tres sentidos está relacionada con el secreto (secretum) de la escritura epistolar (Bouvet, 2006).
2 Los textos originales en inglés o alemán fueron traducidos al español por la autora.
3 Lugar donde realizó su primera capacitación como Women’s Auxiliary Air Force.
4 En inglés: red-letter day. La palabra letter en inglés significa carta y letra. Traduzco el término como letra por hacer referencia al dicho popular.
5 Traducción: “18 de mayo de 1945. Mis queridos oficiales: Ahora comenzaré a epistolarizar una epístola epistolográfica a mis queridos epistolarios de epístolas en el extranjero. (Digan eso en cinco segundos). El Webster es un libro realmente útil para encontrar nuevas palabras, pero tendré que dejar afuera cuatro. También xxxx dice que ‘una epístola es una escritura, directa o enviada, que comunica inteligencia a una persona a la distancia’ así que dudo que ésta sea una, o que yo escriba una en algún momento.”

Recepción: 30 abril 2024

Aprobación: 29 noviembre 2024

Publicación: 01 marzo 2025



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