Intervenciones polémicas
Si esta cárcel sigue así… Los feminismos frente a la violencia fascista y el genocidio reproductivo
Resumen: En este texto procuramos dar cuenta de las implicancias geopolíticas del momento socio-histórico que estamos viviendo, en particular, para nuestros cuerpos y territorios situados en el Sur Global. En primer lugar, caracterizamos brevemente los elementos históricos inéditos y las continuidades de las expresiones de la derecha a nivel mundial. En segundo lugar, siguiendo a distintas pensadoras palestinas, retomamos su concepto de genocidio reproductivo, para comprender las características del proyecto fascista actual, siendo el ataque a Palestina una violencia “ejemplificadora”. En continuidad, el concepto de capitalismo racial y racismo ambiental, nos permiten articular distintos hechos que pueden resultar desconectados, pero que situamos bajo una misma lógica de ocupación capitalista - colonial. Por último, nos interesa reivindicar la política como espacio de construcción colectiva, donde lo común puede ser resguardado. Producir, teórica y políticamente, desde las contingencias, arremete fácilmente contra una vocación de esperanza, pero es entonces cuando lo urgente se vuelve inevitable y el pesimismo de la voluntad y la fuerza de la bronca organizada, pueden ayudarnos a despejar el horizonte.
Palabras clave: Feminismos, Fascismo, Violencias, Genocidio reproductivo, Cuerpos-territorios.
If this prison continues like this... Feminisms Against Fascist Violence and Reproductive Genocide
Abstract: This text explores the geopolitical implications of our current socio-historical moment, particularly for bodies and territories in the Global South. It examines the rise of right-wing movements globally, engaging with Palestinian thinkers to analyze the concept of reproductive genocide as a key aspect of contemporary fascism, with the attack on Palestine serving as an “exemplary” violence. Additionally, the text connects racial capitalism and environmental racism as concepts situated under the same logic of capitalist-colonial occupation. Finally, it advocates for reclaiming politics as a collective space to safeguard the common good. Theoretical and methodological production in a context of political contingency may easily challenge a vocation of hope, yet it is precisely in such moments that urgency becomes inevitability, and the pessimism of the will, alongside the strength of organized anger, can help us envision alternative futures.
Keywords: Feminisms, Fascism, Violence, Reproductive genocide, Bodies-territories.
1. Introducción
8 de noviembre de 2024. Julia Chuñil Catricura, de 72 años, defensora territorial de la comunidad mapuche de Putreguel (en la comuna de Máfil, Región de los Ríos, al sur de Chile) fue vista por última vez cuando salió a buscar unos animales junto a su perro Cholito. Julia, defensora de los bosques nativos, lleva tres meses desaparecida. El principal sospechoso es Juan Morstadt Anwandter, un empresario en conflicto con la comunidad por el territorio mapuche.
14 de diciembre de 2024. Río de Janeiro. Es sábado por la mañana y dan prisión preventiva a Walter Souza Braga Netto. Es algo inédito en la historia de Brasil: en el país que tiene amnistía con sus genocidas, Braga Netto se constituye en el primer militar procesado. El 14 de diciembre, justicia poética mediante, es el cumpleaños de Dilma Rousseff. Ese día, cae preso quien la torturó cuando ella tenía 22 años; quien, cínica y públicamente dijo que la volvería a torturar. El mismo que fue ministro de Defensa y candidato a vice-presidente de Jair Bolsonaro, y cuya carrera política dentro del bolsonarismo cobró impulso luego del asesinato de Marielle Franco, mientras él se desempeñaba en la Intervención Federal en Río de Janeiro.
21 de enero de 2025. Un día después de la asunción de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, marcada por escandalosas demostraciones de misoginia, racismo y supremacismo blanco, en Argentina, la organización Abuelas de Plaza de Mayo brindó una conferencia de prensa con la noticia de la restitución de identidad de la nieta 139. Esto ocurrió días después de una serie de hostigamientos y amenazas de cierre de varios centros de memoria, entre ellos el de la ex-ESMA.
Quieren detener la memoria, pero la memoria insiste. Quieren que reine la hostil demencia, pero la locura organizada de quienes luchan por transformar el mundo en un lugar más justo, se mantiene. Podrán tomar el poder, pero no la verdad histórica.
Escribo remontando ese tiempo sin transcurrir de los días de enero, para pensar: ¿cómo desentramar la violencia a la que nos quieren acostumbrar? ¿Cómo conectar estas expresiones de la violencia heteropatriarcal, racista, colonial y, a la vez, cómo darnos cuerpo para celebrar las pequeñas pero significativas victorias? ¿Cómo darnos cuerpo para crear política en común y no solamente para repararnos de los golpes?
2. ¿Qué hay de nuevo, viejo?
En la actualidad, hay un revival de viejos debates, pero a la vez, surge la necesidad de definir el cambio de época y, sobre todo, de responder a una vieja y recurrente pregunta ¿qué hacer? Las semejanzas de la “nueva extrema derecha mundial” con el fascismo europeo de 1920-30, son bastante explícitas en sus contenidos morales (negacionismo, misoginia, supremacismo blanco, ataque a comunidad LGTBQI+ y al comunismo) y algunos de sus preceptos económicos (medidas de austeridad) (Mattei, 2015; 28 de octubre de 2022). Sin embargo, desde los 70, hay un cambio/inflexión del patrón de acumulación y también de la dinámica política. En los territorios del Sur Global el neoliberalismo vino con represión y violencia militarizada que buscó apagar procesos de liberación, tanto en el continente africano, como luego en América Latina y El Caribe.
Los mecanismos de tortura que utilizó el ejército francés contra el pueblo argelino en los 60, fueron aprendidos y replicados por los militares en las dictaduras del Cono Sur durante los 70-80. Desde el memorándum de Powell hasta los Chicago Boys, hay indicios que evidencian el proyecto político contrarrevolucionario que significa el neoliberalismo en tanto conjunto de ideas, instituciones, redes corporativas, militares e ideológicas, para desmontar procesos de liberación de los pueblos.
La extrema derecha fascista tuvo su experiencia en los países de América Latina hace cinco décadas con gobiernos dictatoriales, en contraste con los actuales, designados electoralmente. Pese a las diferencias en la toma del poder y en las formas de construcción del consenso (sobre todo, por el uso de las tecnologías), los mecanismos de censura, persecución, represión y hostigamiento hacia sectores populares presentan una cierta continuidad histórica, tanto en los métodos como en los objetivos.
“Limpieza ideológica”. Una vez más, en nombre de la libertad, se prohíben libros, se restringen contenidos, materiales y currículas educativas; se censuran recitales; mientras que, al mismo tiempo, se liberan discursos misóginos, racistas y negacionistas.
Detenciones arbitrarias, como sucedió con la compañera Adriana Guzmán el pasado 25 de noviembre.1 Violencia política el día que los feminismos latinoamericanos dataron de lucha contra la violencia hacia las mujeres en homenaje a las hermanas Mirabal.
Criminalización que conduce a exilios, como sucedió con Lolita Chávez, que en 2017 tuvo que dejar su territorio debido a la judicialización por la lucha que sostenía como parte del Consejo de Pueblos K´iche´, y las amenazas y hostilidades permanentes de parte de empresarios y medios de comunicación.2 O como sucedió con las mujeres y niñas de la familia Villalba que, pese a exiliarse en Argentina para buscar refugio, dos niñas fueron asesinadas, otra desaparecida y las adultas apresadas en Paraguay.3
Asesinatos cobardes. Femicidios empresariales perpetrados por mercenarios y sus corporaciones, que detentan el poder político y económico, como ocurrió en los casos de Macarena Valdés, Emilia “Bau” Herrera Obrecht, Bertha Cáceres o Marielle Franco.
Desapariciones forzadas, como sucede con Julia ChuñilCatricura y “Lichita” Carmen Villalba.
3. Nutrir el mundo frente al genocidio reproductivo
Sarah Ihmoud (21 de octubre de 2023), investigadora y activista palestina en la diáspora, recopila testimonios de mujeres palestinas para conocer sus existencias y los ataques a la reproducción de la vida en un sentido amplio (memoricidio), pero también específico (el ensañamiento con sus cuerpos capaces de reproducir la vida palestina; la tortura de los cuerpos embarazados en hospitales bombardeados, sin suministros; las maternidades e infancias condenadas a huir).4
Ihmoud y varias activistas que conforman el Colectivo de Feministas Palestinas denuncian el proyecto colonial y la colonización de Israel desde una lente feminista e indagan en las políticas sexuales y de género de ese proyecto, en particular lo que nombran como genocidio reproductivo: “algo central para esa estructura más amplia del poder colonial y su maquinaria racializada de dominación”, que “incluye la violación y la violencia sexual” (Ihmoud en Marco, Draper y Morales, 5 de mayo de 2024, s.p.).
Se trata de una larga historia de violencias: desde la Nakba, en 1958 -con 750.000 palestinos/as expulsados/as de sus territorios ancestrales- hasta el último ataque israelí iniciado en octubre del 2023, que ha dejado más de 30.000 muertes. Muertes de las cuales, 70% corresponden a mujeres y niños/as; sumado a un aumento de la tasa de abortos espontáneos del 300%; problemas de desnutrición y malnutrición; dificultades de acceso al agua y al refugio mínimo (Marco, Draper y Morales, 5 de mayo de 2024, s.p.). Ante esto, el Colectivo de Feministas Palestinas se pregunta:
¿Cómo entendemos el ataque específicamente como agresiones de género contra los cuerpos, las sexualidades y las capacidades de las mujeres para dar vida? Sabemos que, como en otros contextos coloniales, nuestros cuerpos, nuestra sexualidad y nuestras capacidades reproductivas son atacadas de manera particular. Por lo que representan: tierra, reproducción, parentesco y gobernanza indígena y la posibilidad de soberanías alternativas de soberanía palestina sobre el territorio. (Ihmoud en Marco, Draper y Morales, 5 de mayo de 2024, s.p.).
Por otra parte, Ruth Wilson Gilmore (2006), nos habla del capitalismo racial y lo que constituye su preocupación central desde hace varios años: la proliferación de cárceles en California, Estados Unidos. La geógrafa analiza por qué durante los 80, ante “el excedente de mano de obra”, en lugar de construir universidades, fábricas, museos o parques, se construyeron cárceles tras cárceles.
El capitalismo es siempre racial e implica, en este sentido, un proyecto para reducir la vida en comunidad, constituye una “tecnología de la antirrelacionalidad” (Melamed, 2015, p. 78). En lugar de proponer espacios comunes para el desarrollo personal y colectivo, se busca producir nuevas formas de segregación y explotación.
“Me matan si no trabajo; y si trabajo, me matan”, llevaba como título una película testimonial de Raymundo Gleyzer de 1974. Esto se repite a todo lo ancho y largo del territorio. Fernando Martín Gómez, un joven de 27 años que trabajaba como “bagayero” fue asesinado en Salta, provincia al norte Argentina, en el marco de un operativo que forma parte del Plan Güemes, impulsado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. La misma que fue a mirar con devoción la cárcel “a lo Bukele” en El Salvador.
La actividad de los bagayeros, que consiste en pasar mercadería a pie o con ayuda de un carro, de un lado al otro de la frontera entre Argentina y Bolivia, y que constituye la principal fuente de ingreso de familias enteras, es considerada ilegal en una provincia con los mayores niveles de desocupación y pobreza del país. Pero no se persigue solamente por el tipo de trabajo que realizan: es racismo. Como lo demuestra el asesinato de Ivo Rodrigo Torres, un joven de 22 años, muerto a quemarropa por la misma patota de gendarmes en La Quiaca, apenas unas semanas después de lo sucedido con Fernando Martín Gómez (Mamaní, 8 de febrero de 2025).
Racismo que es racismo ambiental, como sucede con la sed de litio en la puna argentina. El racismo ambiental consiste, de acuerdo a Lisset Coba (comunicación personal, 2025), en construir ambientes de hostilidad. Con ello, el avance de prisiones y el avance extractivista sobre los territorios se presenta en continuidad de un mismo proyecto político. Si bien el ataque a la naturaleza no es algo novedoso (incluso promovido por gobiernos “progresistas”), toma formas cada vez más sofisticadas e íntimas de expoliación. Junto a la proliferación de discursos negacionistas (por ejemplo, respecto al cambio climático) y la crisis económica, el saqueo a la naturaleza se ofrece como la única opción disponible en territorios dependientes.
En Argentina, el 25 de marzo de 1996, el entonces presidente Carlos Menem (venerado por el actual mandatario argentino), firma el ingreso, por primera vez en Sudamérica, de un evento transgénico, la «soja RR», desarrollada por la empresa Monsanto, posteriormente adquirida por Bayer, y que tiene graves denuncias por violaciones de derechos humanos (Guerrero, abril de 2024).
La amenaza a toda la vida implicada (pérdida de biodiversidad y de tierra fértil cultivable, desmonte, afectaciones a la salud integral) constituye un terricidio (Millán, 2024). También un genocidio reproductivo: se altera la posibilidad de reproducción en un sentido específico (cánceres, malformaciones fetales, etc.) y amplio (la posibilidad de regeneración de la tierra).
Entonces, ¿qué tienen en común las defensoras territoriales de Abya Yala, el pueblo palestino y lxsbagayerxs en el norte argentino? ¿Qué tiene en común la violencia contra sus vidas? Podemos encontrar algunas pistas hilando la genealogía de estas violencias.
El avance de la extrema derecha en América Latina se inscribe en un contexto internacional que refleja la articulación de valores e ideologías que buscan revertir logros sociales y políticas catalogadas como el “veneno progresista”, el origen de todos los males económicos (Souza, 2024, p.50).
Los triunfos electorales de la derecha son parte de la expansión geopolítica mundial de un modelo económico y político-ideológico que pretende renovar la fuerza “moral” del capitalismo. En marzo del 2023, el Foro Madrid realizó en Lima, Perú, su Cumbre Anticomunista, en el contexto de inestabilidad política por el asalto autoritario que llevó a Dina Boluarte a la presidencia del Perú (Motta, marzo 2023).5 Frente a la crisis de Vox en España, esta fuerza conservadora busca extender sus redes de derecha en Iberoamérica. Así, Santiago Abascal, líder de Vox, sostuvo que “las victorias de Javier Milei y Donald Trump trascienden a sus países”. Añade: “Los que defendemos el bien, la verdad y la belleza debemos estar unidos; los que defendemos la vida del ser humano desde su concepción hasta su extinción natural, la libertad de las personas, la dignidad, la patria y la familia…”.6
En la misma línea, en la última Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), realizada en diciembre del 2024 en Buenos Aires, Argentina, Javier Milei afirmó: “Defendemos una causa justa y noble, muchísimo más grande que nosotros. Hablo ni más ni menos que de la idea histórica de Occidente”. Y señaló que Argentina puede ser “un faro para el mundo, para un Occidente que necesita desesperadamente reencontrarse con las ideas de la libertad” (Cumbre de la CPAC en Buenos Aires, 5 de diciembre de 2024).
¿Un faro para ir a dónde? ¿Para reencontrarse con las ideas próximas a las aberraciones que expuso en el Foro Internacional de Davos 2025? Un faro que conduce al punitivismo, la eugenesia encubierta, el racismo abierto, la criminalización de la existencia misma, las guerras y la destrucción como mecanismo de producción de riqueza. “Los negocios florecen sobre las ruinas”, ya lo decía, con su potencia y poética característica, Rosa Luxemburgo (1915, p. 267).
¿Cómo seguir sosteniendo, sin embargo, la promesa de que Occidente es el encargado de velar por la libertad y la justicia?
Vivimos en tiempos en que se desdibujan los límites entre lo que define lo aceptable, lo considerado cierto de lo falso. Lejos de una hermenéutica de la sospecha, un ejercicio de la crítica que permite ver más allá de lo impuesto, se trata del reinado del absurdo. El rey camina desnudo y todos aplauden.
Y en este escenario, aparece el desconcierto. Apenas vemos luz en el camino, y si acaso aparece un destello refulgente, proviene de incendios y bombardeos, pero que, en lugar de iluminar en el instante de peligro, parece producir el efecto de la “ceguera blanca” que describe Saramago (2022), donde no es posible ver ni distinguir, todo alrededor se vuelve indiferente.
Fuegos que vinieron desde la Patagonia argentina este verano; del monte cordobés el otoño pasado, cuando los valles de Punilla y de Calamuchita se incendiaban. Los incendiaban. Fuegos en la amazonia brasileña y boliviana. Fuegos que vienen de los bombardeos en Gaza, Syria, el Líbano. Fuegos que vienen desde lo íntimo de una habitación en Barracas para arremeter contra la existencia lesbiana. A un lado y a otro, los fuegos del supremacismo blanco y heteropatriarcal toman fuerza.
Arden los territorios y los gobiernos permanecen cómplices, expectantes de que el fuego devore, para hacer crecer allí los negocios de los que se creen dueños de todo.
Se atacan los poderes de reproducción de la tierra, la capacidad de regeneración de la vida, de los suelos, las salinas, los cauces de agua dulce. Se siembran incendios y se riega con agrotóxicos, y se cosechan nuestros cuerpos enfermos; se pregonan ideas abstractas de libertad, mientras se niegan los efectos palpables del sistema de muerte en nuestros cuerpos-territorios.
Mariarosa Dalla Costa señala:
¿De qué nos servirá un salario si con él sólo podremos comprar veneno? Y más todavía, ¿la garantía de vida para la humanidad dependerá más del dinero o de la disponibilidad y salud, y luego capacidad reproductiva, de la tierra? ¿Qué nivel de chantaje y falta de libertad representaría para la humanidad tener que depender por la supervivencia sólo y exclusivamente del dinero? ¿Los tiempos están maduros para empezar a conjugar las reflexiones sobre el salario social o garantía de renta para todos, con las que abordan la disponibilidad de la tierra y la salvaguarda de sus capacidades reproductivas? (2005, p. 99).
De qué nos servirá la vida si no hay lugares sanos para que transcurra, ni cuerpo para su goce. En el cuerpo de la naturaleza, en los territorios, se ensaya lo que luego se aplica sobre nuestros propios cuerpos, es decir, el nivel de tolerancia que se habilita al abuso de poder, a la impunidad, a la violencia (hetero)sexualizada y racializada. Y viceversa: en los cuerpos de las mujeres, niñas/es, gays, lesbianas, trans, travestis, se práctica la violencia que se extiende luego a todo el tejido social y naturocultural.
Ya nos lo han explicado las feministas comunitarias: el patriarcado es el sistema de todas las opresiones que históricamente se llevan a cabo sobre los cuerpos de las mujeres (Guzmán, 25 de marzo de 2015). Cuerpos-territorios que se construyen como zonas de sacrificio, donde reina el colonialismo de colonos -como sucede en Palestina y todo territorio ocupado-, como demostración de fuerza para promover el acostumbramiento y la resignación colectiva. Desde las esterilizaciones forzadas en el Perú de Fujimori, hasta lo que sucede con mujeres indígenas en Ecuador, o el infanticidio de las pequeñas Villalba, los ataques lesbo/homo/transodiantes, hasta las fumigaciones con agrotóxicos y bombardeos a pueblos, se traza una misma línea de fuego.
¿Cuánta violencia estamos dispuestas/es a permitir? Frente a la ceguera y negación, solo nos queda la materia insumisa del cuerpo para tramar revoluciones que alimenten al mundo, material y simbólicamente, en un contexto de hambreamiento y degradamiento extendido.
4. Pero el cuerpo no es una materia sumisa
Lo que queda7 afuera de la derecha es la potencia de los cuerpos que se tocan y se encuentran, que se conmueven y responden, las memorias que, como las semillas, brotan desde el suelo hacia lo alto, para intentar tomar el cielo por asalto. El ataque es a la reproducción en un sentido amplio, la vida, la memoria en riesgo, la posibilidad de transmisión de formas de habitar, cuidar y hacer política en común.
El Estado detenta el monopolio de la violencia legítima y lo usa para promover ambientes de violencia construidos. Mientras se construyen cárceles, se cierran centros de memoria. La violencia interrumpe las vidas, los proyectos, los deseos colectivos. En nombre de la libertad meten miedo y bomba, aniquilan la capacidad de pensamiento humano crítico, quizás lo único distinguible en tanto especie. También, la posibilidad de construcción de horizontes comunes, las creatividades e imaginaciones políticas.
Como destacan las integrantes del Colectivo Feminista Palestino, una de las cosas que el colonialismo hace a los pueblos “es intentar desconectarnos, fragmentarnos en geografías separadas”, con los exilios forzados (Marco, Draper y Morales, 5 de mayo de 2024, s.p.). Pero también lo hace internamente, al promover la violencia entre el pueblo. En este sentido, no resulta casual que el odio sea una variable allanadora del ajuste y dificultadora de la organización colectiva.
Se privatiza, bastardea y empobrece la vida política. Al destruir la política como una forma de construcción colectiva y genuina, se resquebrajan acuerdos mínimos: pues es mediante la política, la única forma que tenemos de imaginar, construir y abonar a lo común.
Lo común, justamente, es lo que acechan, por su potencia vital y convocante, por su capacidad de entretejer la vida compartida: memorias; tierra y trabajo; educación, ciencia y técnica; cultura; salud; territorios y diversidad. Cada ataque es irreversible e irreparable. Podemos transformarlo, pero no es algo que simplemente hay que esperar a que pase. Por eso, más que nunca, tenemos que decir “No pasarán” y poner la firmeza en esa tarea.
No hay día que no tengamos una emergencia, una desaparecida, una amenaza. Hacer política en medio de tanta contingencia, requiere un ejercicio creativo y combativo. Un ejercicio de reconocimiento del conjunto de saberes que son necesarios para cuidarse, sea la propia existencia, la comunidad o el territorio; y un ejercicio de coraje para retomar los horizontes de lo que soñamos. En un momento en que depredan nuestros cuerpos y tiempos, resulta urgente y vitalizador, más allá de las estrategias que nos damos para la sobrevivencia y la resistencia, organizarnos para armar el mundo que queremos y necesitamos hoy. Es el tiempo-ahora para hacer cuerpo nuestras esperanzas colectivas.
Parafraseando a Los Redondos, si esta cárcel sigue así, todo fuego es político.8
Por eso es imperioso soplar nuestras memorias de pueblos indígenas, de comunidades rurales, de barriadas populares, de brujas y piqueteras. Para que el fuego vuelva a ser la llama que enciende la vida y no la que catapulta la muerte.
Fuentes consultadas
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Notas
Recepción: 08 febrero 2025
Aprobación: 26 febrero 2025
Publicación: 01 marzo 2025